THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA

THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA
La magnificencia del paisaje en The Monument Valley, la belleza del entorno, las reminiscencias de un pasado de tantos y tantos viajeros que cruzaron el Far West, protagonizando aventuras míticas entre las tribus indias y buscando un futuro mejor...Y al igual que esa ruta invita a seguir hasta más allá del horizonte, hasta el infinito, el Monument Valley, suscitando mil experiencias viajeras y recuerdos, se convierte en el icono de este blog que pretende rememorar las emociones y experiencias del conocimiento de nuevas tierras, nuevas culturas y nuevas gentes. Sin descartar que invada la nostalgia evocando vivencias personales de épocas ya pasadas pero nunca olvidadas.

lunes, 5 de julio de 2010

VIAJES A RUSIA: SAN PETERSBURGO (I)

"San Petersburgo (en ruso: Санкт-Петербург, es la segunda ciudad en importancia de Rusia, con 4.600.310 habitantes (2010) y un área metropolitana de 5,85 millones. Está enclavada en la Región de Leningrado, nombre que compartía con la ciudad durante la época soviética (1924–1991). Los otros nombres de la ciudad fueron Petrogrado (Петроград, 1914–1924) y Leningrado (Ленинград, 1924–1991).
Fue fundada por el zar Pedro el Grande el 16 de mayo de 1703 con la intención de convertirla en la "ventana de Rusia hacia el mundo occidental". A partir de entonces se convirtió en capital del imperio ruso durante más de doscientos años hasta que tras la revolución rusa la capital del país regresó a Moscú.
Actualmente San Petersburgo es la segunda ciudad más grande de la Federación Rusa y una de las ciudades más grandes de Europa. El centro de la ciudad es considerado por la Unesco, patrimonio de la humanidad. San Petersburgo es además sede de la corte constitucional de Rusia.
EtimologíaEl nombre de San Petersburgo es de origen alemán, y significa "ciudad de San Pedro". Pedro el Grande la nombró así en honor a su santo patrono, rechazando el de Petrograd, que, en su honor, quisieron darle sus súbditos alemanes, que había contratado para construir y trabajar en los astilleros y la ciudad. Coloquialmente los peterburgueses y rusos en general llaman a esta metrópolis Peterburg o de manera aún más familiar Píter.
HistoriaFue fundada por el zar Pedro el Grande el 16 de mayo de 1703 con el propósito de deslocalizar la capital, y de hecho fue capital de Rusia de 1712 a 1918. Por ello y por su ubicación geográfica le dio el sobrenombre de "La ventana a Europa". Pedro había vivido y estudiado en los Países Bajos por algún tiempo, por eso decidió bautizar su nueva ciudad con un nombre derivado del holandés "Sint Pietersburg": Sankt Piterburj; pero pronto se germanizó a Sankt Petersburg.
Anteriormente en la misma desembocadura del Neva los suecos tenían una fortaleza llamada Nyenskans ("Nevanlinna" en finés) y un arrabal llamado Nyen. Todo el entorno geográfico de la desembocadura del Río Neva estaba ocupado por marismas antes de la construcción de la ciudad.
A fines del siglo XVII, Rusia veía estancado su crecimiento económico por no tener salida al mar. El sueño del joven zar, Pedro el Grande, era corregir la situación abriendo una “ventana a Europa”. Dado que no podía hacerlo por el sur, pues el Imperio otomano impedía el acceso al mar Negro, apuntó en dirección contraria, a un territorio de Suecia cercano al Báltico. A fin de materializar sus aspiraciones, en agosto de 1700 declaró la guerra a los suecos, quienes al principio lograron repeler sus ataques. Pero él no se dio por vencido, y en noviembre de 1702 les hizo retirarse del Ladoga, el mayor lago de Europa, que está unido por el Neva al Báltico, del cual dista unos 60 kilómetros. Aunque los suecos se atrincheraron en una fortaleza insular situada cerca del punto donde el río sale del lago, Pedro logró tomar aquella plaza militar y le cambió el nombre a Shlissel’burg.
Posteriormente, una guarnición sueca defendió el fortín de Nienshants, cerca de la desembocadura del Neva. Rusia la derrotó en mayo de 1703 y asumió el control entero del delta. Sin demora, Pedro comenzó a construir una ciudadela en la cercana isla de Zayachy para controlar la boca del río. Así, el 16 de mayo de 1703 —hace poco más de tres siglos— puso la primera piedra de lo que hoy se conoce como la Fortaleza de Pedro y Pablo. Esta es la fecha aceptada de la fundación de San Petersburgo, llamada así en honor del apóstol Pedro, santo patrón del zar.
La construcción de la ciudad bajo condiciones climáticas adversas produjo una intensa mortalidad entre los trabajadores y requirió un continuo aporte de nuevos obreros. Dado que el poblamiento de la región era escaso, Pedro el Grande utilizó su prerrogativa de zar para atraer forzosamente a siervos trabajadores de todas partes del país. Una cuota anual de 40.000 siervos llegaba a la ciudad equipados con sus herramientas y sus propios suministros de comida. Habitualmente recorrían cientos de kilómetros a pie en filas, escoltados por guardas que, para evitar las deserciones, no dudaban en usar la violencia física. Como consecuencia de su exposición al clima, las deficientes condiciones higiénicas y las enfermedades, la mortalidad durante estos primeros años fue muy elevada, llegando a perecer año tras año hasta el 50% de los trabajadores que llegaban.
Dado que la construcción de la ciudad comenzó en tiempo de guerra, el primer edificio nuevo de la ciudad fue un fuerte militar que se llamaría Fortaleza de San Pedro y San Pablo y que se levanta aún sobre la isla de Zaiachiy en la ribera derecha del río Neva. Los diseñadores de la nueva fortaleza eran ingenieros alemanes invitados por el propio Zar, pero la mayor parte de la mano de obra la pusieron los siervos rusos. Así como las labores de drenaje de los alrededores del río y los palacios y otros edificios de piedra de las afueras (...) que era la ciudad más artificial del mundo, diseñada para convertirse en la capital de Rusia. Podríamos hacer una comparación con Brasilia, Brasil, diseñada para un propósito similar pero en otra época y en otro estilo. Otra ciudad con relativo paralelismo es Venecia, en la cual se inspiró también el zar Pedro, que prohibió los puentes permanentes sobre el Neva para que se asemejase al Gran Canal y fomentó la construcción de canales en las calles siguiendo el patrón de Ámsterdam.
Desarrollo como capital
Pese a los inconvenientes de su ubicación en el lejano norte —en la misma latitud que hoy ocupa Anchorage (Alaska) —, el zar siguió adelante con su empresa. Trajo la madera de la región del Ladoga y de Novgorod. Las piedras para las edificaciones las obtuvo de diversos modos. Uno de ellos fue establecer que todo ruso que introdujera productos comerciales en la localidad aportara unas cuantas a modo de cuota. Además, prohibió hacer viviendas de este material, primero en Moscú y luego en el resto de su imperio, lo que indujo a los albañiles desempleados a mudarse a la nueva población. Según la
Bol’shaya Sovyetskaya Entsiklopedia (La gran enciclopedia soviética), los trabajos marcharon “a un ritmo vertiginoso para la época”. No tardaron en aparecer canales de drenaje, pilotes, calles, casas, iglesias, hospitales y oficinas del gobierno. El mismo año de la fundación se iniciaron las obras de un astillero, conocido como el Almirantazgo, que llegaría a ser el cuartel general de la armada rusa.
En 1710 se comenzó el Palacio de Verano, residencia estival de los zares. En 1712, la capitalidad pasó de Moscú a San Petersburgo, y con ella muchas dependencias oficiales. El primer palacio de piedra, construido en 1714 y aún en pie, tenía por ocupante a Aleksandr Menšikov, primer gobernador de la zona. Aquel mismo año se colocaron en la Fortaleza de Pedro y Pablo los cimientos de la catedral de igual nombre, cuya imponente aguja dorada se distingue en la silueta urbana. También se erigió a orillas del Neva el Palacio de Invierno, que fue reedificado en diversas ocasiones. Más tarde se levantó en su lugar el actual, que cuenta con unas mil cien habitaciones y que hoy forma parte de un céntrico museo estatal, el famosísimo Hermitage.
En su primer decenio, San Petersburgo registró un asombroso crecimiento, al grado de estimarse en 34.500 el número de edificios existentes en 1714. Siguieron añadiéndose palacios e inmensas construcciones, muchas de las cuales evidencian el gran influjo de la religión en la historia de Rusia.
Entre ellas figura la catedral de Kazán, con su columnata frontal en semicírculo. Su imponente presencia contribuye a que la arteria más famosa de la ciudad, la Nevskij Prospekt, sea considerada una de las más grandiosas avenidas del mundo. De fecha posterior es la catedral de san Isaac, edificada sobre 24.000 pilotes hundidos en suelo pantanoso y que ostenta una enorme cúpula revestida de 100 kilos de oro puro.
La arquitectura también avanzó a pasos agigantados en el extrarradio. Así, en 1714 se empezó a edificar una residencia para el zar, el Gran Palacio, en Petergof (hoy Petrodvoriets). Al mismo tiempo, en la cercana localidad de Tsárskoie Seló (hoy Pushkin) se construía el suntuoso Palacio de Catalina, la esposa de Pedro el Grande. En la segunda mitad del siglo XVIII vieron la luz otras dos lujosas mansiones en las afueras: Pavlovsk y Gátchina.
Realzaban la belleza de la nueva capital los centenares de puentes que cruzaban los brazos fluviales y los múltiples canales, los cuales le han ganado el apelativo de “Venecia del norte”. Arquitectos franceses, alemanes e italianos colaboraron con colegas rusos de gran talento para producir “uno de los núcleos urbanos más espléndidos y armoniosos de Europa” (The Encyclopædia Britannica).
Siglos XIX y XX
La abolición de la servidumbre en 1861 por parte del Zar Alejandro II de Rusia provocó una fuerte corriente de inmigrantes pobres provinientes de todas las partes del país. La mano de obra barata permitió un intenso incremento de la industria en la segunda mitad del siglo XIX y San Petersburgo se convirtió en uno de los ejes industriales más grandes de Europa. En consecuencia, surgieron a su vez los movimientos obreros radicales. De hecho, los socialistas fueron responsables de un gran número de asesinatos, entre ellos el del propio zar Alejandro II en 1881.
La revolución de 1905 tras la derrota en la guerra ruso-japonesa comenzó en San Petersburgo y se extendió rápidamente por otras provincias. Como consecuencia el Zar Nicolás II autorizó la creación del primer parlamento ruso o Duma.
Durante la Primera Guerra Mundial, se decidió que San Petersburgo era un nombre demasiado germánico para la ciudad y se le cambió por el de Petrogrado el 31 de agosto de 1914.
En 1917 San Petersburgo vio los primeros movimientos de la Revolución rusa. En primer lugar se destituyó al zar Nicolás II de su cargo y se colocó en la ciudad un gobierno provisional. En octubre una segunda fase de la revolución hizo que el poder pasase a los Soviets y fue formado el primer gobierno soviético de bolcheviques y socialistas revolucionarios (SR) de izquierda. El líder bolchevique Lenin decidió trasladar la sede del gobierno de San Petersburgo a Moscú, por estar más alejada de los frentes de la Guerra Mundial y de los núcleos antirrevolucionarios. Moscú se convirtió en capital desde entonces hasta el día de hoy.
En 1924, tras la muerte de Lenin, San Petersburgo tomó el nombre de "Leningrado" en su honor.
La pérdida de la capitalidad trajo un descenso poblacional a la ciudad, que se redujo a un tercio de lo que era en 1915.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Leningrado fue sitiada por las fuerzas armadas de la Alemania Nazi (Wehrmacht) desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944, un total de 29 meses. Por orden de Adolf Hitler, la ciudad era constantemente bombardeada y sistemáticamente privada de sus suministros. Se calcula que este asedio produjo la muerte de más de 1.500.000 de personas, de las cuales cerca de 1.000.000 eran civiles. El 1 de mayo de 1945 (oficialmente el 8 de mayo de 1965) le fue otorgado a la ciudad el título de Ciudad Heroica.
Tras la guerra la ciudad sufrió la época de las purgas de los dirigentes soviéticos.
Después del colapso de la Unión Soviética el 12 de junio de 1991, el 54% de la población decidió restaurar el antiguo nombre de la ciudad, los de 39 calles emblemáticas y los de seis puentes. Tres meses después también se recuperó el escudo concedido a la ciudad por la emperatriz Catalina la Grande en 1780.
Geografía
San Petersburgo tiene acceso al mar Báltico por la desembocadura del río Neva y es el único puerto de Rusia en el Báltico además del enclave de Kaliningrado. Debido a su ubicación geográfica, a casi 60º latitud norte, entre finales de mayo hasta mediados de julio los días son muy largos y por la noche el cielo no se pone completamente negro, es un fenómeno popularmente conocido como Noches blancas y es especialmente visible en los días despejados y ha sido objeto del cine y la literatura."
(De Wikipedia)

Mi estancia en San Petersburgo fue en el año 2.007.
Me hallaba en Kiev, capital de Ucrania, con mi familia (esposa y dos hijos ucranianos), cuyos antepasados –la madre de mi esposa— eran de origen ruso. Y en la región de Leningrado (capital San Petersburgo) aún residían primas y primos hermanos de mi mujer, y una buena cantidad de sobrinos y descendientes de estos.
Así que nos hicimos el ánimo (quien me conozca sabe que no me cuesta nada ponerme en viaje) y organizamos el desplazamiento a la “ciudad de los zares”.
Viajamos en vuelo de “Aero-Svit”, segunda línea aérea ucraniana, desde el aeropuerto de Boryspil, el internacional de Kiev, hasta el de Pulkovo, en San Petersburgo. Vuelo de menos de dos horas en un avión Boeing 357, con los standards de cualquier vuelo europeo.
Durante el viaje tuve el placer de contemplar desde varios miles de metros de altitud la infinidad de zonas lacustres insertadas como manchas plateadas en el terreno, pues la ruta de la aeronave seguía desde Kiev, por encima de Chernóbil (de infausto recuerdo por el espantoso accidente nuclear), cruzando Bielorrusia, y adentrándose en Rusia por el Sur de la región de Leningrado.
La primera sorpresa, en contraste con lo que acontecía usualmente al arribar al aeropuerto Boryspil, de Kiev, fue la buena organización del aeropuerto ruso Pulkovo, no solamente nuevo y limpio, sino con un ágil sistema de control de pasaportes y visados, y un no menos ágil sistema de aduana (prácticamente control inexistente), de forma que quince minutos después de la llegada ya estábamos en el exterior, donde nos esperaba un muy buen amigo, que nos traslado en su coche hasta el hotel que él mismo nos había reservado en la Avenida Moskovskaya; un remodelado hotel, confortable y no demasiado caro.
Se nos propuso descansar un rato, porque habíamos madrugado bastante para tomar el vuelo, pero como nos acuciaba la curiosidad y las ganas de conocer, al cabo de una media hora, salimos a la calle.
El aspecto de las calles y avenidas de San Petersburgo no difería demasiado de las de Kiev, en Ucrania, es decir, las avenidas principales bastante limpias y cuidadas, con comercios, bancos y edificios bastante restaurados, surcadas por tranvías algo vetustos, en contraste con las calles paralelas, con dignos edificios, pero menor presencia de comercios y algo más de suciedad y peor infraestructura en aceras y cruces.
No obstante, saliendo a la avenida Moskovsky (la Moskovsky Prospekt), previo el cambio de Euros por rublos (algo así como 33 rublos por un euro, eso sí, con control del pasaporte y relleno de varios formularios), tomamos el metro en la estación de Elektrosyla, en dirección a la Fortaleza de Pedro y Pablo, al otro lado del río Neva.
Como ya era tiempo de la comida, entramos en una especie de “burger”, donde mal comimos una especie de bocadillos con tomate y unas cervezas, que nos costaron al cambio (éramos cuatro personas) ¡70 Euros! (Presagio de la carestía imperante en San Petersburgo).
La Fortaleza de San Pedro y San Pablo (de la que se encontrará reseña en otro lugar de este post) destaca junto el río, amplísimo brazo del río, por su torre y sus murallas, rodeadas por un brazo del río a modo de foso. Desde ella, la vista del centro de la capital es majestuosa, con las siluetas de todos los monumentos recortándose a lo lejos.
Hacía calorcillo, unos 22 grados, por lo que, ante el cansancio que notábamos por el madrugón y el viaje, optamos por dirigirnos a casa de uno de los sobrinos, Víktor (¡de casi la misma edad que su tía, mi esposa!) y que nos recibió con la típica fría hospitalidad rusa, es decir, correctísima atención pero sin grandes efusiones, aunque en cuanto nos sentamos para cenar las especialidades preparadas por el ama de casa, bien regadas con buen vodka ruso, aquella aparente frialdad inicial se tornó una entrañable reunión de reencuentro entre familiares que estaban sin verse, y sin casi contactos, más de quince años.
Bien disfrutamos el encuentro, la cena y la reunión, y concretamos que dos días después, Víktor nos acompañaría como guía en una visita por los principales monumentos de Piter, especialmente el muso Hermitage.
El sueño nos invadió en cuanto dejamos caer nuestros cuerpos sobre la cama del hotel.
Las sensaciones eran buenas y prometedoras: Parecía que San Petersburgo era una ciudad muy interesante.

El segundo día de nuestra estancia fuimos acompañados por nuestro buen amigo Igor, quien junto con su mujer, hijos y nuera nos llevaron en su buen automóvil Chrysler hasta Petergof (donde se halla el Palacio de Verano del zar Pedro, denominado Petrodvoriest), un suntuoso palacio rodeado de bellos jardines, y con múltiples avenidas y fuentes, de entre las que destaca la del tablero de ajedrez, o el árbol irrigante, o las fuentes de los dorados, todo ello muy al estilo de Versalles (tal vez más parecido aún al palacio Linderhoff, de Luis II, en Baviera); para seguir por el suntuoso palacio de Catalina, la esposa de Pedro el Grande.
Ya de regreso al centro de la ciudad, fue obligada una visita a la catedral de San Isaac, desde cuya cúpula es una maravilla contemplar San Petersburgo, con los edificios del Almirantazgo, la bella calle Nevsky, el río Neva en toda su amplitud, las estatuas de los distintos zares, etcétera.
Por la noche aún hubo tiempo para salir a dar un paseo por las orilla del Neva, con otros sobrinos, Sasha (Alejandro), que vivían en Karelia, la república autónoma rusa situada al norte de San Petersburgo, a donde proyectabamos desplazarnos cuando acabara nuestra visita a Piter.
Sobre las vistas nocturnas de la ciudad hay que recomendar, claro, un paseo por las riberas del río para contemplar los diversos edificios y palacios iluminados, e inclusive el crucero “Aurora”, anclado cerca de la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, que se mantiene como monumento e icono del inicio de la revolución soviética.
El día había resultado tan interesante que en nuestro hotel no pudimos menos que comentar con cierta sorpresa que estabamos en una bellísima capital, con monumentos excepcionales y de un corte muy europeo.
Las experiencias de los dos siguientes días merecen ser narradas en otros posts.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA