La tradición ucraniana de decorar los huevos para la celebración de la Pascua alcanza su mayor y más genuina expresión con la pintura y el adorno de huevos grandes (suelen ser de avestruz) y de madera, los llamados Pysanky.
En este cometido hecho arte es una auténtica pionera y maestra mi apreciada y nunca bien ponderada amiga, la Dra. Cristina Serediak, quien, no obstante residir en la Argentina, hace gala de su patriotismo ucraniano, pues sus orígenes y ancestros fueron del país del Dniéper.

Pues bien, el segundo día de Pascua decidió nuestra familia desplazarse hasta Kiev, puesto que en la gran explanada entre las catedrales de San Myhail y Santa Sofía, se había implantado más de un centenar de huevos decorados, con mención de sus autores.
La zona estaba concurridísima de familias con los pequeños y no tan pequeños, que iban visionando y repasando los bellísimos huevos decorados, al tempo que los menudos gozaban de las atracciones de feria propias para ellos.

Estando por allí con nuestra nieta Milana, se unió a nosotros Alexis (Alosha), nuestro nieto mayor en Ucrania, con su preciosa novia, Alla, que nos brindaron un nuevo aire de juventud y frescura, y con quienes paseó toda la familia hasta que decidimos tomar algo y nos adentramos en un nuevo Croissant bar, en el que degustamos variados y sabrosos croissants, guarnecidos de dulces o salados complementos.
La tarde derivaba a algo fresquita (unos 5 grados), por lo que optamos por retirranos y volver a nuestro refugio de Vyshgorod, tras otra entrañable y deliciosa jornada ucraniana.

Del resultado de esa paella con pollo y verduras ucranianas, y con agua del Dniéper, ya habrá cumplida crónica.
Esperemos que sea buena...
Esperemos que sea buena...
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA