THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA

THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA
La magnificencia del paisaje en The Monument Valley, la belleza del entorno, las reminiscencias de un pasado de tantos y tantos viajeros que cruzaron el Far West, protagonizando aventuras míticas entre las tribus indias y buscando un futuro mejor...Y al igual que esa ruta invita a seguir hasta más allá del horizonte, hasta el infinito, el Monument Valley, suscitando mil experiencias viajeras y recuerdos, se convierte en el icono de este blog que pretende rememorar las emociones y experiencias del conocimiento de nuevas tierras, nuevas culturas y nuevas gentes. Sin descartar que invada la nostalgia evocando vivencias personales de épocas ya pasadas pero nunca olvidadas.

martes, 20 de octubre de 2015

Comunidad Valenciana Paso a Paso: Viver de las Aguas, verdor y montaña a la vera del río Palancia (I) Paseo a retomar

Se inicia con la denominación genérica “Paso a Paso” una serie de entradas sobre itinerarios en la Comunidad Valenciana,  recorridos a pie, por senderos y rutas de interés ecológico, paisajístico y turístico.
La villa de Viver (Viver de las Aguas) está localizada al noroeste de la comarca del Alto Palancia, a 559 msnm y dentro de la provincia de Castellón, a 70 km de Castellón de la PlanaValencia y Teruel. Pertenece al partido judicial de Segorbe. Su término municipal abarca 50 km² y recibe el nombre de Viver de las Aguas por las más de cincuenta fuentes que se reparten a lo largo de su geografía.
El término está cruzado por el cauce del río Palancia, que desciende  desde El Toro, en la altiplanicie de Barracas, estribaciones sur de Javalambre, hacia la localidad vecina de Jérica.
El municipio de Viver se sitúa en la zona intermedia que pasa del benigno clima mediterráneo al más riguroso del interior turolense. Por ello cuenta con una gran variedad paisajística, desde el bosque mediterráneo hasta los campos de trigo del altiplano, pasando por el monte bajo de aliagas o coscojos y las zonas fértiles regadas con las aguas de sus caudalosos manantiales.
Historia
El primer dato histórico documentado de Viver es que Marco Poncio Catón fundó esta localidad con el nombre de Belsino, en el 193 a. C. Posteriormente, los mismos romanos le cambiaron el nombre por Vivarium, del que deriva el actual, llegando a ser una de las más populares ciudades de la celtiberia por haberse convertido en un ameno lugar de placer y recreo.
En torno a 1237-1239 fue conquistada a los árabes por el rey Jaime I de Aragón quien, el 24 de abril de 1244, concedió a la población el título de Real Villa. Más de un siglo después, el 12 de abril de 1367, le es otorgada la Carta Puebla por Juan Alonso, señor de Jérica, donde se la declara población independiente.
Posteriormente, esta villa es heredada, devuelta al Rey y finalmente vendida a Fernando de Aragón, duque de Calabria, virrey de Valencia y tercer marido de Germana de Foix, en 1537. El 26 de octubre de 1550 muere el duque, quien había legado sus bienes al monasterio de San Miguel de los Reyes en Valencia, fundado por él, por lo que los religiosos de este monasterio tomaron posesión de Viver hasta la desamortización de principios del siglo XIX.
Durante la guerra civil española formó parte en 1938 de la Línea XYZ que defendió y detuvo el avance desde Teruel de las tropas nacionales sobre Valencia, y sufrió graves deterioros en su patrimonio. En 1945 se inaugura la restaurada Iglesia Parroquial y las viviendas reconstruidas por Regiones Devastadas.
Economía
La economía viverense se ha basado en el sector primario, la agricultura, destacando la vid, aunque a consecuencia de la plaga de filoxera de finales del siglo XIX pasó a cobrar más importancia el almendro y el olivo. Es destacable la producción de aceite de oliva de gran calidad. Además últimamente está cobrando mayor auge el turismo rural gracias a la construcción de diversas casas rurales.
Monumentos religiosos
·Torre campanario. Se construyó siguiendo el estilo barroco en 1608. Mide 25 m de altura y su planta es cuadrada con aristas de sillería. En su parte superior se sitúa un templete octogonal que ha sido restaurado recientemente. 
Sus paredes se hallan decoradas con diversas lápidas romanas encontradas en el término municipal y una escrita en 1608 por Francisco Diago en la que se dan detalles sobre su construcción.
·Iglesia parroquial de la Virgen de Gracia y San Miguel Arcángel. Adosada a la torre-campanario, está dedicada a los patronos de la villa. Cuenta con una nave central con crucero y contrafuertes. El interior es de estilo renacentista corintio, y cuenta con diversos frescos del pintor local Rafael Posades. Ha sufrido diversas reformas, la última de ellas en 1946, para paliar los daños efectuados durante la guerra civil española
·Ermita de San Roque. Se encuentra en la cima del monte del mismo nombre y desde ella se divisa la población.
Monumentos civiles
   Torre de Viver. De origen árabe, situada en la partida de la Torre. Es una torre de mampostería con cuerpo cilíndrico que formaba parte del sistema defensivo del castillo de Jérica. Se encuentra en estado de ruina.
Torre Herragudo. De origen romano, se encuentra en las cuestas de Herragudo, en la transición entre el valle del río y el altiplano de Barracas.
Torre íbera. Situada también en las cuestas de Herragudo, posee basamentos íberos aunque su construcción presenta elementos musulmanes. Es de planta rectangular y se conserva hasta una altura de unos 3 metros.
Lugares de interés
·Bosque de Monleón. Por él discurre el sendero de gran recorrido GR7 que cruza la Península desde Andorra hasta Andalucía y pasa por la pedanía viverense de Ragudo. Es el típico bosque de pino mediterráneo.
·Peñas Rubias. El paraje alberga el camping municipal. Además se puede contemplar una pequeña cascada en el río. En la parte alta cuenta con un circuito de moto-cross, un campo de tiro y está proyectada la construcción de un aeródromo comarcal.
·Fuente de San Miguel.
Es el manantial más importante de todo el término municipal, con un caudal de 200 L/s
·Fuente de Herragudo. Situada en la pedanía o Aldea de Herragudo en la parte de Masadas Blancas junto la antigua estación de tren es, de todo el término, el manantial que nace a mayor cota.
·Parque de la Floresta. Parque natural de 4 ha de extensión, se sitúa en el cauce del barranco Hurón, que atraviesa la población. Las paredes del barranco, cubiertas de helechos y estalactitas, las casas colgantes, construidas sobre ellas, la variada y frondosa vegetación y sus cascadas y saltos de agua, hacen de este lugar un insólito, sobrecogedor y bellísimo paraje.
·Paraje del Sargal.           Situado en la  margen izquierda del río Palancia e incrustado en su valle, se halla este magnífico paraje, rodeado de montañas.
(De Wikipedia y otras fuentes de datos)
Héte aquí, querido lector, que un domingo cualquiera, al filo del mediodía, llegué a casa después de atender algunas obligaciones familiares, y propuse a mi esposa salir “a dar una vuelta” y caminar un poco, según costumbre de ir habituándonos al senderismo que venimos poniendo en práctica.
Sin demasiada intención de ir a un sitio concreto, enfilamos nuestra excursión en dirección a la carretera de Teruel/Zaragoza, por la V-21, que propicia la salida desde Valencia hacia el Norte; y poco antes de Sagunto ya enlazamos con la A-23, la llamada “Autovía Mudéjar”, que lleva hasta Teruel y Zaragoza, si bien nuestra intención era no alejarnos más de 70 ú 80 kilómetros.
Así, divisando el conocido paisaje de Gilet y Estivella, con la sierra Calderona a nuestra izquierda (¡cómo luce la “Muela de Segart”!) y los naranjales a la derecha, fuimos arribando a las estribaciones de la sierra Espadán, por Soneja hasta Segorbe, y ya ascendiendo divisamos Jérica, dudando si entrar en ella, aunque finalmente arribamos a Viver, localidad cientos de veces bordeada pero nunca visitada ni recorrida con detenimiento.
Íbamos, en fin (ya se había decidido) buscando acercarnos a las riberas y estribaciones del río Palancia, ese flumen que llega seco a Sagunto, pero que nace abundante en El Toro –altiplanicie de Barracas, estribaciones sur de la sierra de Javalambre— para discurrir por las cercanías de Viver hasta Jérica, antes de buscar su destino natural, que es el mar saguntino.
Era más de la una y media de la tarde cuando estacionamos el automóvil en la plaza del ayuntamiento de Viver (exactamente denominada Plaza Mayor del Palancia) y comprobamos que la población estaba casi desierta, sin posibilidad de preguntar sobre posibles rutas o senderos, aunque vislumbramos en la acera junto al ayuntamiento, casi a la puerta de la oficina de turismo, una placa sobre puntos de interés, monumentos, rutas y recorrido.
Estábamos absortos tratando de decidir las opciones de nuestra caminata cuando desde atrás nos preguntó una voz femenina si deseábamos mayor y mejor información.
Nos dijo que era la Concejal de Turismo del Ayuntamiento de Viver y que como se disponía a cerrar la Oficina (nosotros no nos habíamos percatado de que estuviera abierta al público) nos invitaba a entrar en el recinto para darnos datos e información.
A fe que la amabilidad y disponibilidad de la edil (ahora sabemos que es Manolita y ya tenemos su e-mail para comunicarnos con ella de forma eficiente) nos resultó utilísima, pues nos dotó de mapas y folletos sobre las rutas del agua y los monumentos existentes en el término municipal, ahorrándonos tener que adivinar y probablemente extraviarnos (como al final nos ocurrió), porque ya nos anunció que las rutas y recorridos no estaban precisamente bien señalizados.  
Se había hecho ya las dos de la tarde cuando iniciamos el descenso hacia la Avenida de Valencia, que circunvala la parte baja de Viver, y a falta de un mejor análisis, seguimos la calle hasta que se convirtió en carretera y comenzó a ascender hacia la montaña, punto en el que nos percatamos que por ahí llegaríamos a muchos sitios, pero no al que pretendíamos, que era la ribera del río Palancia.
Como rectificar es de “buenos andarines”, desandamos y llegamos otra vez a la parte baja del pueblo, donde unos vecinos ya nos indicaron la manera de ir al llamado Sargal, paraje anunciado por su copiosa fuente, sus cuevas habitadas en tiempos prehistóricos y lugares habilitados para el recreo.
Salimos esta vez de Viver por el parquie del Chorrillo, por el asfaltado camino del Oliveral, y caminando no especialmente deprisa, gozamos de las huertas y de las paredes  y bancales de piedra tosca, con la carretera que seguía siendo asfaltada. Al cabo de unos quince minutos largos divisamos las ruinas de una torre en un pequeño cerro y hacia ella fuimos, pero nos confundimos por falta de indicaciones, de manera que nos adentramos por una especie de sendas que no eran tales y que contornaban campos de olivos y de nogales con aspecto de poco cultivados, mientras escuchábamos los sonidos de cencerros de ganado a lo lejos.
Pero ya no divisábamos más caminos ni sendas ni nada parecido, por lo que optamos por el regreso, dejando para la siguiente ocasión hallar ese paraje que sin duda es fácil de encontrar si uno se fija y tiene algo más de información.
El caso es que al regreso de nuestro frustrado viaje (el río Palancia habría de seguir esperando nuestra visita) hallamos que los agradables descensos de la ida se tornaban en ascensiones, si no muy duras, nada cómodas desde luego, especialmente la empinada cuestecita final para llegar hasta el parque del Chorrillo.
Ya era más de las cuatro de la tarde y el estómago hacía como que aceptaría gustoso la recepción de cualquier alimento, por lo que, pese a la frustración de la excursión fallida, decidimos buscar en el mismo pueblo de Viver algún bar en el que tomar algún bocadillo. Era tarde y solamente estaban sirviendo cafés…
No hubo más remedio que acogerse al coche y dirigirse hacia Jérica, a cuya entrada, en la antigua carretera, un antiguo bar de camioneros nos sirvió de parada.
El problema fue que nosotros simplemente pretendíamos comer un bocadillo, y se nos dijo que en ese bar restaurante solamente se servía comida en plato, así que renunciamos al “bocata”, y acertamos: un buen plato de huevos fritos (de los de pueblo y gallina de corral) con jamón y buenas patatas, y otro plato de chuletas de cordero a la brasa remediaron de sobra nuestro apetito, regándolo con sidra gallega y unas cervezas.
Bien estaba resultando la cosa, después del frustrante y fallido intento de alcanzar el río.
Pero había un consuelo: Teníamos que volver, no solamente al río sino a Viver, la llamada “de las aguas”, para beber sus aguas con calma, recorrer bien sus caminos y sendas y empaparnos de las bellezas naturales que apenas si habíamos vislumbrado.
Tampoco había motivo de queja: En poco tiempo habíamos asegurado un nuevo destino, la villa de Viver de las Aguas, sus sendas, sus montañas, sus riberas, su río Palancia.
¡Seguro que volveremos pronto!
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA