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Marea baja ría de Vigo, en Arcade |
Ya estábamos dos días confortablemente alojados
en la Casa da Reina; ya habíamos visitado Viana y sus “Alturas” (santuario de
Santa Luzia); ya habíamos sufrido el frío ventarrón atlántico en la cercana
playa de Amorosa.
No quedaba, pues, más remedio, que soñar con los
buenos mariscos gallegos, y no porque no los hubiera (de otra clase, aunque
abundando más el pescado) en nuestra zona, sino porque los recuerdos de los
alrededores de las rías de Vigo y Villagarcía se nos convertían en delicioso
capricho.
Así pues, un poco por huir del viento y otro poco
por movernos algo, decidimos dejar Viana do Castelo, y por la A-28 (autopista
de peaje, aunque libre de él hasta Vila Nova de Cerveira) llegamos en una media
hora hasta el río Miño, buscando la frontera hacia Tuy, sin necesidad de
bordear Valença do Minho (siempre con tantos turistas entrando y saliendo),
para alcanzar España – apenas si se nota, y menos después de que los gamberros
hayan manchado el signo de la EU que indica España, con la mención de grafiti “Galiza”-.


Y a fe que acertamos, porque dimos buena cuenta
de unas deliciosas ostras, almejas a la marinera, rodaballo y lenguado, de
exquisita calidad, regados con un buen vino albariño, que nos dejaron bien
satisfechos, valorando especialmente la calidad excepcional del marisco y los
pescados de la zona, si bien los precios ya han ido alcanzando parámetros
excesivos.
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Valença do Minho: río desde la fortaleza |
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Casa da Reina: Porche frente a cocina |
El ocaso nos contempló regresando a ”nuestra” Casa da Reina, en la que aún disfrutamos
de un buen vino de los de producción propia, y mantuvimos una interesante y
amena tertulia con los vallisoletanos María Eugenia y Pedro y los madrileños
Sara e Iván, con quienes se estaba instaurando una bonita
amistad que dio pie a cálidas tertulias e interesantes cambios de impresiones en días sucesivos.
amistad que dio pie a cálidas tertulias e interesantes cambios de impresiones en días sucesivos.
El buen descanso en nuestra habitación/suite nos
permitió seguir degustando en sueños lo que habían sido las delicias
gastronómicas del día.
¡Y seguíamos sin pasar excesivo calor!
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA