THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA

THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA
La magnificencia del paisaje en The Monument Valley, la belleza del entorno, las reminiscencias de un pasado de tantos y tantos viajeros que cruzaron el Far West, protagonizando aventuras míticas entre las tribus indias y buscando un futuro mejor...Y al igual que esa ruta invita a seguir hasta más allá del horizonte, hasta el infinito, el Monument Valley, suscitando mil experiencias viajeras y recuerdos, se convierte en el icono de este blog que pretende rememorar las emociones y experiencias del conocimiento de nuevas tierras, nuevas culturas y nuevas gentes. Sin descartar que invada la nostalgia evocando vivencias personales de épocas ya pasadas pero nunca olvidadas.

lunes, 29 de abril de 2013

Viaje a la Memoria (III):El Camino de Montejaque .- (1) El Camino Mediterráneo: Valencia-Ronda

Viajar por las tierras de Andalucía tiene un atractivo especial.
Para todos los viajeros, y también para quien esto escribe.

En efecto, penetrar en la región más meridional de nuestra “piel de toro”, hágase por Huelva o por Almería, las dos provincias de los extremos andaluces, significa sumirse en un océano de fonemas repletos de “ceceos” y “siseos”, de costumbres ancestrales, de reflexiones entre la sabiduría popular, la genialidad poética de Averroes y la resignación de Séneca, actualizados en un inolvidable García Lorca y contaminados de Juan Ramón Jiménez y la simpleza bucólica de su Platero.

Pero, diciendo la verdad, y pese a todo, siguen llamándome la
Arriate
atención, después de tantísimos años, esos cafés con leche en vaso de vidrio repleto con el que te quemas los dedos, esos cafés cortos que más bien son un vaso medio lleno del estimulante líquido negro, o esas chapatas paneras tostadas, en las que el aceite de oliva virgen se transforma en delicia, si es que no se opta por esa manteca de untar rojiza.

Andalucía…!querida y olvidada! !Esotérica y tan entrañable!

Y, en verdad, en los últimos tiempos, en medio de ese “viaje a la memoria” en que me estoy viendo sumido en compañía de mi buen amigo y colega Jesús, luchador de la vida y chófer de resistencia inigualable, en medio de esas idas y venidas a Cádiz, con paradas en Xerez, Montejaque y Ronda, estoy volviendo a experimentar el embrujo y los contrastes de esa región andaluza que a mí, como a millares de universitarios españoles (y valencianos), nos envolvió durante dos largos y cálidos --más bien
Emblema IPS
ardientes— veranos en que, con nuestras cabezas bien cubiertas de negro pelo la mayoría, con algún pelirrojo repartiendo cartas y algunos rubiales, nuestros cuerpos estilizados y nuestro “mini-pijerío” de universitarios, comenzamos a descubrir y a integrarnos en la milicia.

Años de, ahora, entrañable recuerdo, porque descubrimos la hombría de la disciplina militar, la validez de la convivencia entre colegas de diversas procedencias y formación y la valía de la autodisciplina para aquella vida alejada de la familia que nos había mimado hasta entonces.

Y menciono lo de “entrañable” recuerdo, porque precisamente este año se cumplen los ¡solamente cincuenta! de las fechas de junio en que renqueantes trenes que arrastraban rugientes locomotoras a vapor nos dejaron en un apeadero  a los pies del monte que se desliza desde el impresionante Tajo de Ronda hasta las tierras de Montejaque, no lejos de Arriate (la de la novia pastelera de más
Cortijo El Pilandino
uno) y de Setenil (hoy llamada “de las bodegas”), de Beanoján, de Montejaque, frente al “murex” y la sierra de Grazalema; de los ríos o riachuelos, como aquel Guadalcobacín que tanto sirvió para lavar las hojas de una lechuga con las que elaboramos una ensalada en horas de asueto, como para aportar higiene a cuerpos ardientes por el calor y por la energía que la vida militar requería.

Ya he escrito en este lugar, cuando me lanzo a “viajar a la memoria”, qué sentimientos y pensamientos suscita volver a esas tierras tan “nuestras” desde hace tanto tiempo, y cómo el grupo de “supervivientes” de la unidad de instrucción militar que en los años 1963-64, habitó y holló las faldas de la montaña, “segando” con sus botas las pocas hierbas que la ornaban, va a celebrarlo cual sus nostalgias requieren, me vuelco hoy a comentar más detalles y
Puerto Lumbreras
especialmente itinerarios de acceso a “nuestra” Ronda y al otrora “nuestro campamento”, hoy “campamento nuestro” (que agora es un moderno acuartelamiento del IV Tercio de la Legión Española, bien que se nos permite, como viejos “okupas”, pasear entre los arroyuelos, parajes y montículos que marcaron seis meses de nuestras entonces juveniles vidas).

Cuando las gentes de nuestro “veterano” (nunca nos sentiremos viejos) grupo de estudiantes de Milicias Universitarias, se desplacen en breves fechas hacia las tierras rondeñas, unos (yo mismo) lo harán en coche, porque gustan de sentir kilómetro a kilómetro su “retorno al pasado” en el presente; otros optarán por tomar el confortable AVE a Sevilla, para allí alquilar automóvil y alcanzar, vía Xerez, la bien cuidada carretera autonómica
Almería, en invierno
andaluza, la A-368 o algo así, que une la ciudad de los vinos con Antequera, bordeando el pantano de Bornos, a los pies del bellísimo pueblo de Arcos de la Frontera, para “rozar” Villamartín y Algodonales, dejando un poco de lado a Olvera, adentrarse en la serranía rondeña, hasta llegar al paraje de Montejaque, en el que el anuncio del apeadero de “La Indiana” preludia la cercanía de aquél que fue nuestro “hogar” de tiendas de campaña en el suelo andaluz.

Y otros habrá que preferirán el avión hasta Málaga, para recorrer después la Costa del Sol arañando casi Benalmádena y Marbella, para al llegar a San Pedro de Alcántara, asumir las antaño más de trescientas curvas que, enroscándose en la serranía rondeña, llevaban hasta la ciudad del Tajo.

Baza
Pese a todo, fiel a mi genuina afición al viaje por carretera, opino que si el conductor disfruta, lo mejor es gozar de la carretera, saliendo desde Valencia o desde Alcoy (la mayoría de los “milicios” valencianos son de estas poblaciones y sus zonas de influencia).

En ese sentido, la A-31 conduce desde Valencia hasta tomar la nueva A-7 (no confundirse con la AP-7, de caro peaje), por Ollería, Aielo de Malferit, Ontinyent, Albaida, los túneles alcoyanos del Barranco de la Batalla, los llanos de Ibi, las colinas de Castalla, hasta San Vicente del Raspeig, para tomar la autovía de circunvalación de Alicante, en dirección a Murcia.

(Hago un inciso en este punto para advertir al conductor que, a propósito o no, el enlace desde la A-7 hasta la autovía de Alicante a Murcia es un auténtico laberinto de denominaciones, porque solamente se indica la dirección a Murcia por la AP-7 (o sea, de peaje), y la A-7 se transforma en A-77, sin indicar la capital pimentonera, hasta que por ensalmo aparece la A-7 (¡que es la misma!), denominación mantenida hasta el enlace con la A-92 andaluza).

La corta distancia de Alicante a Murcia es cómoda y por autovía, visionando de lejos el ahora multitudinario aeropuerto de El Altet-
Cuevas de Baza
Alicante, en término de Elche (Elx en valenciano), rozando Crevillente, la de las alfombras; hasta las proximidades de Orihuela que introducen en la cercana Murcia, tras la montaña de Monteagudo coronada por su Cristo Redentor.

Y después de Murcia, la autovía A-7. Hacia Almería, conduce por Alcantarilla (base de los paracaidistas antaño), Totana, la imperial y “terremotística” Lorca, hasta Puerto Lumbreras, el vértice de la intersección de las autovías hacia Almería y Granada, en cuya cercanía el casi siempre seco barranco hace recordar las enormes inundaciones que se generan cuando al cielo le da por ser generoso, abusón probablemente, en el sureste peninsular.

Tomada ya después de Puerto Lumbreras la A-92 N (el otro ramal parte
Cuevas en Guadix
de Almería y se junta con éste en Guadix), se asciende hasta el puertecito de El Contador, superando la población de Vélez Rubio, para alcanzar Baza y sus cuevas en la roca arcillosa, y llegar hasta la episcopal Guadix, que es como la puerta del acceso a Granada desde las estribaciones norteñas de la Cordillera Penibética, cuya Sierra Nevada que se bordea por el norte, hasta el bello puerto de La Mora, conservando todavía sus pinares desde la histórica y hoy extinta Venta del Molinillo (!qué buen chivito se comía allí!), para por Huétor Santillán caer hasta Granada.

Desde Granada basta seguir la ya más concurrida A-92, en dirección a Sevilla (compartida con la dirección a Málaga, superado el bello y truchero paraje de Riofrío, que se deja atrás poco después de Loja), y así llegar por los bordes de la alta Archidona –blanca población andaluza, con cuestas rememorables— hasta alcanzar la altura de la noble Antequera.

Superada esta población en la lejanía, llega la señal del desvío a Campillos y Ronda, por la carretera autonómica A-384, que llega pronto a Campillos y sus lagunas y lagos artificiales y pantanos,  de manera
lagunas Campillos
que por la A-367, pasando Cuevas del Becerro, se llega a la Ronda amada.

Ahí, en Ronda, nos esperan, esperan al viajero, y en especial al “ex-milicio” que retorna, los inextinguibles recuerdos del “Tajo del coño” (con perdón, pero así se dice en el lenguaje popular, ya que esa interjección exhala el viajero que lo contempla), la plaza de toros, el antiguo Mesón del Escudero (hoy magnífico restaurante Mirador de la Espinela), el hotel Reina Victoria, al que los milicios que eran “ricos” accedían algún fin de semana, el restaurante de Pedro Romero, y tantas y tantas plazas, calles y lugares… que aquellos aspirantillos a oficiales de complemento, nosotros mismos, recorrimos, pateamos, sobamos y hollamos, buscando cierto solaz y esparcimiento en recuerdo de las amadas e idolatradas novias que habíamos dejado atrás, y que eran nuestras enseñas de la milicia, ¡tan amadas! y ¡tan olvidadas! por causa de cualquier chavala bien dotadita y mejor parecida…

Y en esa Ronda de nuestros ancestros militares esperamos concentrarnos unos y otros para celebrar ufanos nuestros cincuenta años desde aquel juramento del “!no volveremos más!”, que de manera flagrante pero deliberada y gozosa vamos a violar, para merecer que
Aquellos trenes...
nuestro Capitán Sánchez Gey, felizmente entre los vivos, nos reprima con su paternal estilo de profesor a lo militar y nos anuncie un “parte” que después olvidará colocar en su “Libreta del Profesor”, porque ¡eran unos buenos chicos!.

¡Viajes a la memoria! Claro que sí.

Éramos tan jóvenes; soñábamos tanto; queríamos tanto… que tras repetir, gritar, cantar el “¡no volveremos más!" regresamos ahora con los nuestros, esposas, hijos, nietos, a rehollar las tierras campamentales y a cantar nuestras vivencias de una juventud que nos está llenado esta nuestra ancianidad veterana, que no vieja… ¡caramba!

Y, sobre todo, desde el recuerdo de los ya conocidos veinticinco compañeros que sin dejarnos en la memoria se nos fueron para, desde las estrellas, lucir su eterna y bien conquistada “estrellita de alférez”, cantemos y contemos que ¡ea! seguimos vivos y ¡queremos un día feliz!...

¡Gracias, Andalucía, la de los cafelitos y los pulevas! ¡Gracias, Ronda, la de las inaccesibles chavalas!, ¡Gracias, Montejaque, tierras duras y ardientes! ¡Gracias, Benaoján, la de las acogedoras sábanas de las pensiones de la estación! ¡Gracias, Arriate, la de la novia pastelera de alguno que otro! Nos hicisteis vuestros… y no podemos olvidaros…

¡Sois recuerdos tan maravillosos y en ellos nos sentimos tan jóvenes…!

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA