THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA

THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA
La magnificencia del paisaje en The Monument Valley, la belleza del entorno, las reminiscencias de un pasado de tantos y tantos viajeros que cruzaron el Far West, protagonizando aventuras míticas entre las tribus indias y buscando un futuro mejor...Y al igual que esa ruta invita a seguir hasta más allá del horizonte, hasta el infinito, el Monument Valley, suscitando mil experiencias viajeras y recuerdos, se convierte en el icono de este blog que pretende rememorar las emociones y experiencias del conocimiento de nuevas tierras, nuevas culturas y nuevas gentes. Sin descartar que invada la nostalgia evocando vivencias personales de épocas ya pasadas pero nunca olvidadas.

miércoles, 30 de marzo de 2016

UCRANIA 2016: (Y IV) Vivencias en un país que sobrevive y evoluciona a la vez. Tiempos de transición


Desde que conozco Ucrania (y ya son varias decenas de años) siempre me ha sorprendido la capacidad de encaje vital, adaptación a las circunstancias y supervivencia de sus ciudadanos frente a todas las dificultades.
No olvido cuando, aún no vigente el Euro, por un puñado de dólares se podía disfrutar de vida opulenta en Kiev, aunque para ello era preciso contar con esos dólares que pocos de los ucranianos tenían en su bolsillo.
Por ejemplo, en un viaje que efectué por carretera allá por los años 2.000, desde los Cárpatos hasta Kiev, la mayor parte por la ruta M6, una de las
radiales y principales del país, que une las fronteras polaca, eslovaca y húngara con la capital, Kiev.
Como la vía no estaba precisamente en buenas condiciones, con firme muy deficiente y multitud de viejos camiones, el tiempo de viaje se hacía casi eterno y el conductor, en este caso yo mismo, se veía en la necesidad de efectuar varias paradas, no solamente por causa de sus exigencias fisiológicas, sino también para al menos tomar un café que mantuviera la capacidad de conducción.
Pues bien, en ese viaje, durante más de quinientos kilómetros resultó imposible hallar un bar, barete o casa de comidas, en la que se pudiera tomar un café, ya que ni existían las cafeteras, y se indicaba que solamente era viable servir un te, ya que para ello bastaba con hervir agua e introducir las hierbas de la infusión.
No menos complicado resultaba conseguir una “toilette”, que así se denominan en ruso los WC, porque al preguntar por ello, se indicaba el campo abierto…
Hasta en la mismísima capital de Kiev la venta ambulante de alimentos y ropas era habitual. Y a fe que se vendían buenas confecciones y de calidad a precios baratos.
Con el paso del tiempo, la hostelería dio un paso de gigante, que se consolidó con motivo de la celebración de la Eurocopa 2012 (compartida con Polonia), y las carreteras se repararon bastante y se dotaron de una bastante razonable infraestructura hostelera, con bares y restaurantes bastante modernos y numerosos.
En cuanto a los transportes, los vetustos autobuses del comienzo del siglo pasaron a ser reemplazados por otros mucho más modernos, algunos nuevos, de forma que las apariencias de país aproximado a la Europa de la cultura y el bienestar se incrementaban.
En medio de todo ello, la mal llamada “revolución naranja”, que sembró unas ilusiones de cambio y libertad que resultaron absolutamente frustradas, por falta de base ideológica y de posibilidades políticas
que desembocaron en la pseudo-dictadura del sátrapa Yanukóvich; y más adelante, para defenestrar a este infumable líder, el fenómeno “Maidan” (ahora hace dos años), en el que si bien se puso en huida al nefasto presidente, no cuajó el espíritu utópico de la integración plena en Europa que todos deseaban pero que nadie estaba en condiciones de conseguir.
Así, surgió la guerra del este, el enfrentamiento con Rusia y los pro-rusos, que causó la expoliación de Crimea y sembró de destrucción las dos ricas regiones de Donestk y Lugansk, y la economía de la nación ucraniana, nunca boyante, se deshizo como un azucarillo, volviendo a dominar los oligarcas (ahora de otro signo) y continuando la corrupción.
Parecería, pues, que Ucrania va abocada al caos o a su derrumbe.
Pero no es así.
He tenido una vez más la ocasión de comprobar cómo el pueblo ucraniano, especialmente la juventud, con base en su buena y sólida educación desde la escuela primeria y excelente formación universitaria en muchos casos, ha conseguido sobreponerse a las dificultades de la economía interna y ha ido alcanzando objetivos laborales importantes, si bien en muchos casos basados en trabajos para empresas y organizaciones extranjeras o de tipo mixto.
Está abierto, así, un tiempo de transición, en el que, pese a la insatisfacción notoria con los políticos (poco hacen y poco más pueden hacer mientras no se produzca un cambio esencial en las condiciones socio-económicas), la nación sigue pudiendo soportar
una guerra en el este y continuar una dura vida por elevados precios y bajos y escasos salarios.
Cierro esta serie de comentarios sobre la Ucrania de 2016, poniendo de manifiesto que, cuando me desplazaba con mi esposa a una comida con sus amigas y colegas de la medicina y fuimos recogiendo en sus diferentes domicilios a cada una, me resultó sorprendente que tras las salutaciones de rigor, se hilvanara durante el viaje el comentario sobre la aplicación de la física cuántica a la medicina, con un alto nivel de expresión y análisis.
Quedé tan maravillado como sorprendido de la predominancia intelectual entre amigas y colegas, que me prometí contarlo a mi regreso a esta España
nuestra, en la que parece que los tiempos de vacaciones, de sol, de ocio y de turismo se han impuesto al rigor en el trabajo bien hecho y en el estudio.
Así lo hago y espero llame la atención del lector.
¡En España “pasamos” de Europa y en Ucrania se suspira por llegar a integrarse!
Y es que nunca llueve a gusto en la casa de cada uno.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

lunes, 28 de marzo de 2016

UCRANIA 2016: (III) Sigue la Guerra en el este y la sangre corre en Kiev

Es bien cierto que en Kiev, la capital de Ucrania, poco o nada se percibe que en el este de la nación, en los oblast de Luganks y Donestk especialmente (es decir en los más cercanos a Rusia), siga librándose una lucha, una guerra bastante convencional, pues de una parte está el ejército regular ucraniano y de la otra los bien pertrechados pro-independentistas rusos, que realmente están organizados como otro ejército, con asesoramiento y suministros de Rusia, que casi a diario entran por la inexistente frontera.
En un principio de mi estancia me pareció notar un cierto desinterés por el tema, pero al poco me cercioré que el pueblo llano de Ucrania casi eludía comentarlo, pues se sentía muy orgulloso de su existencia y supervivencia como nación independiente (van ya casi veinticinco años) y por otra parte se sentía irritado por haber de enfrentarse a Rusia, que siempre había sido nación hermana, pero que en los momentos actuales era un foco de problemas y desgracias, entre otras muchas la causante –al decir de la mayoría de ucranianos— de tanta tragedia de pérdida de vidas y destrucción de las dos prósperas regiones del este.
Por encima de todo, esa guerra abierta había provocado, estaba provocando, una enorme sangría económica y había conducido al país a una situación financiera muy complicada, con su moneda nacional (la hryvnia) devaluada más de un 200%, los precios elevados, el coste de la vida muy complicado.
La gente normal atribuía buena parte del desplome nacional a la ineficacia de los políticos, además de a la corrupción y a la ambición de los de siempre. Antes eran oligarcas pro-rusos, ahora son oligarcas pro ellos mismos.
Y muy solapadamente se repetía que tanta promesa sobre la Unión Europea y la verdad es que poco se había notado la ayuda del aparente gran protector.
En medio de las controversias, y comentando con buenos amigos y de alto nivel cultural, me atreví a decir que a lo mejor convenía ceder a Rusia las partes que querían independizarse y así concluir el conflicto, pero se me respondió de manera contundente que eso jamás debería hacerse, porque Putin era un zorro taimado que cuando consiguiera eso se lanzaría a por toda Ucrania.
Sea lo que fuere, la guerra del este seguía provocando llamadas a filas de gente de menos de 40 años, que trataba de escabullirse con excusas de estudios y hasta huyendo al extranjero con la excusa de ser refugiados, previo registrarse (mediante sobornos) en las zonas de conflicto. Y los heridos y los muertos, de ambos lados, seguían.
La guerra, con su secuela de la sangría económica, había permitido y hasta incrementado la corrupción, que sufría especialmente el pueblo llano, bien con la
carencia de servicios, bien debiendo pagar –siempre “en negro”— por muchas prestaciones.
Pongo un ejemplo absolutamente significativo: Una vecina y amiga nuestra, con cáncer bastante extendido, precisaba radiografías y tratamiento de quimioterapia para tratar de paliar la rápida progresión del mal.
Consiguió pronta atención primaria del médico de familia (equivalente al de un Centro de Salud español), a quien hubo de pagar una cantidad relativamente asequible; pero para el tratamiento de quimioterapia, por menos de ¡1.500 Euros! No podía conseguirlo.
Porque la Seguridad Social, o equivalente, se dice que es gratuita. ¡Claro, solamente si no se utiliza! Porque en otro caso, o no ofrece prestaciones, o hay que pagar “bajo mano” las medicinas, los instrumentales médicos a utilizar (jeringas incluidas), en fin, todo.
Pero la vida sigue. La gente, la pobre gente y con poco dinero, a todo se debe adaptar y todo lo debe sufrir.
Aun se mantiene el vestir digno, la comida nutritiva y apropiada (sin el menor lujo), y el espíritu de sufrimiento y supervivencia, que por algo Ucrania ha sido un país que ha dado siempre el ejemplo de paciencia y sufrimiento a lo largo de los tiempos.
Y, casi como viniendo a cuento con la guerra del este, quien esto escribe hubo de sufrir por desgracia un episodio “de sangre”, ya que estando en un aparcamiento en el barrio de Petrivka, en Kiev, al intentar recoger del suelo un globo que se le había escapado a Milana, la nietecita, sufrió un tremendo resbalón y fue a parar con su frente en una verja de hierro que limitaba la zona y con el puente de sus gafas incrustado en el tabique nasal, además del resto de la nariz erosionado y el labio herido por incidencia de un diente.
La sangre manó en abundancia, y hubo que recurrir a todo tipo de elementos y remedios para contener la hemorragia, a todo esto con las gafas semi-averiadas y uno de sus cristales con una enorme raspadura.
Menos mal que pasó por la zona un ciudadano que
ofreció un spray de espuma limpiadora y cicatrizante que ayudó a paliar tamaña abundancia hemorrágica; aunque el buen ciudadano, ofrecido su remedio, desapareció. Cual buen samaritano.
Felizmente las gafas descompuestas aun permitían cierta visión, por lo que aun pude tomar el coche y dirigirme al domicilio, en el que, además de comprobar el alcance de la lesión, los buenos oficios de mi esposa (veterana y experimentada doctora que es ella) contribuyeron a paliar algo los “desperfectos” y a evaluar que, sin perjuicio de la tremenda hinchazón, no parecía existir rotura ósea alguna, por lo que de momento era prescindible la asistencia hospitalaria, que para ello había analgésicos, desinfectantes y otros paliativos médicos.
Este inopinado y nada agradable incidente sirvió para que, estando en Ucrania, mi sangre derramada sirviera para que cuando los amigos y conocidos se interesaran por mi estado, les dijera, con ironía, que yo también había derramado algo de mi vida por Ucrania; y también por la nieta Milana y su globo.
Para los curiosos diré que se ha confirmado la ausencia de roturas (excepto de las gafas) y que los “chichones” han menguado, y hasta han desaparecido los derrames en las órbitas oculares, de manera que ya no parezco un “oso panda”. Claro, que "aunque la mona se vista de seda..."
Experiencias viajeras, ni más ni menos, que uno puede seguir contando.
Afortunadamente.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

jueves, 24 de marzo de 2016

UCRANIA 2016; (II) El país sigue vivo, con la divisa propia por los suelos, los precios en las nubes, pero en las calles abundancia de coches.

Todos en Ucrania hablan de crisis y de altos precios; dicen que la guerra contra los pro-rusos en el este proporciona dolor por los muertos y altos costes al presupuesto nacional.
Pero en Kiev lo que se aprecia a primera vista es un tráfico más tupido y endiablado que nunca y la abundancia de vehículos nuevos grandes tipo 4x4.
En las tiendas y en el supermercado, los precios se han triplicado prácticamente y la divisa (la Hryvnia) se ha establecido respecto al Euro en una paridad de 30 a 1.
Así pues, si se han traído Euros, todo parece más barato, pese a que está bastante más caro.
Las gentes se muestran escépticas sobre el futuro, dicen que el gobierno gasta mucho y hace poco (como en tantos y tantos países), aunque ya tiene mérito, opino yo, mantener una nación en marcha y sostener el orgullo, pese al constante acoso de Rusia, vía independentistas.
Una vez adelantado todo ello, en la crónica de este viaje he de indicar que sufrimos en Ucrania los problemas del especial clima de este año en todo el mundo, ya que hallamos más días de nieve (ligera) y agua-nieve y de bajas temperaturas que en otras ocasiones a la misma altura del año.
Después de disfrutar jugando con nuestra nietecita y sin dejar de lado el buen vodka, nos lanzamos a la calle para pulsar la vida diaria, y a fe que lo hicimos mediante una primera buena y amplia compra en un gran supermercado de una cadena francesa, tras lo cual decidimos a la hora del almuerzo pasarnos por un establecimiento de hamburguesas cercano, en el que tomamos en parca colación uno de esos inventos americanos, con las consabidas patatas fritas y la cola de rigor. Al tiempo que a nuestra nieta Mila le era regalado un globo con el que se enjugazó.
Fue muy grato ver a la niña disfrutando con el globito, pero ello entrañó el comienzo de una incidencia y accidente personal que iba a marcar el resto de nuestra estancia en Ucrania.
Pero, salvo adelantar que se fue resolviendo felizmente, es mejor dejar la narración para siguientes entradas, y así mantener al menos una cierta intriga.
"Mil cosas avanzan. Novecientas noventa y nueve retroceden. Esto es el progreso" Henry F. Amiel (1821-1881) Escritor suizo.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

martes, 22 de marzo de 2016

UCRANIA 2016: (I) De nuevo junto al Dniéper, sin evitar un viaje largo e incómodo

Soy consciente de que desde mi residencia en Valencia hasta Ucrania, no menos de 3.500 kilómetros, excepto en épocas de buen tiempo, hay que viajar por vía aérea.
He experimentado muchas veces el viaje en avión, con múltiples incidencias, anécdotas y vicisitudes, como la pérdida de los equipajes, las confusiones de vuelos, la escasez de tiempo en las escalas entre vuelos, incluyendo en el aspecto positivo el contacto y conocimiento de personas interesantes.
Pero lo sucedido en esta última ocasión en que he venido a Kiev (desde donde escribo) ha superado mis sensaciones de incomodidad desde que estoy acudiendo al bello país del Dniéper.
En los últimos tiempos he estado viajando en avión desde Valencia a hasta Kiev en un cómodo vuelo directo de la compañía Wizz Air Ukraine, que en un poco menos de cuatro horas me llevaba hasta el destino.
Pero, bien sea por razones financieras, bien por la inseguridad algo latente en la tierra de Taras Shevchenko, esos vuelos terminaron el pasado año y ha sido necesario recurrir a las otras aerolíneas que enlazan con Kiev.
Atendiendo bastante a los costes, finalmente me
decidí por la compañía de bandera de Ucrania (Mizhnarodny Avialinyi Ukraine, MAU, o Ukrainian International Airlines), que vuela dos veces por semana a Kiev, bien desde el aeropuerto de Madrid o desde el de Barcelona.
Opté por desplazarme a Barcelona, por aquello de que siempre es preferible permanecer en la zona mediterránea, pese a que el viaje en el antaño “moderno” Euromed ya no es lo que era, comparativamente con la calidad y velocidad del viaje en AVE a Madrid, y más por las demoras que sufre el tren hasta Barcelona por mor de las obras de construcción del tercer carril del corredor mediterráneo, que se asemejan al “parto de los montes”.
Añádase a la duración del viaje a Barcelona (3 horas y 15 minutos) el horario que imponía la salida del vuelo desde Barcelona (13’20 horas), que exigía efectuar los trámites de facturación como mínimo unos cuarenta y cinco minutos antes, para lo que había que llegar desde la estación de Barcelona Sants en un tren de Cercanías que demora veinte minutos (y solamente hay uno cada media hora).
En resumen: en lo “ferroviario”, 3 horas y 15 minutos hasta Barcelona, más quince minutos de espera al enlace hasta el aeropuerto, más veinte minutos del tren de cercanías, y después un mínimo de 45 minutos para facturar (el denominado check-in).
Ello imponía la salida desde el domicilio de Valencia, no más tarde de las 7 de la mañana, por lo que había que despertar y concluir el aseo personal y cierre de equipajes al menos una hora antes.
En esa exigencia horaria, desde las 6 de la mañana, hasta hallarse sentado en el avión supuso un lapso de más de siete horas. ¡Vaya incomodidad!
El vuelo desde Barcelona a Kiev resultó cómodo, en un Boeing 737-900, casi nuevo, y la llegada al aeropuerto de Kiev Boryspil, confortable.
La primera sorpresa agradable del viaje fue el edificio terminal del aeropuerto internacional kievita, enorme, amplio, moderno y nuevo, con terminados más lujosos que en cualquier país de la Unión Europea, y prolijas indicaciones en ucraniano e inglés (¡ay, los tiempos en que había que adivinarlo casi todo!)
Y siguieron las agradables sensaciones, porque el control de pasaportes contaba con más de una veintena de puestos policiales, en los que en dos minutos quedaron solventados los registros (ahora vía escáner).
La recogida de equipajes, amplia zona y modernas indicaciones, resultó rápida también, y los trámites aduaneros no fueron en nada distintos a los de España, sin necesidad de controlar nada.
Había sido, en verdad, una grata sorpresa este buen acondicionamiento de la terminal, que en cierta medida paliaba la incomodidad del previo viaje de casi diez horas.
Y en la llegada, la ilustre profesora Ludmila Stetchenko, tan amigable y servicial como siempre, ya nos estaba esperando junto con su “sobrina” Masha Bratus (hija de nuestra querida amiga, la doctora Elena Bratus), para en su flamante Volkswagen Touareg acercarnos a su domicilio, en el que nos tenía reservado un Nissan en muy buen estado para nuestro uso mientras estuviéramos en Kiev.
Eran poco más de las 7 de la tarde, y en el lugar del estacionamiento (amplísima plaza en la zona nueva de Kiev), no se veía nada, lo que motivo llamáramos a nuestro hijo Andrey para que acudiera para recogernos en el Nissan y llevarnos hasta nuestra casa de Vyshhorod, soslayando el enorme tráfico que inundaba por todas partes la ciudad y sus aledaños.
Se habían cumplido las ocho de la noche (horario ucraniano) y entrabamos en casa, pero aún faltaba cumplimentar a nuestra nuera, juguetear un poquito con la nieta Mila y saludar a nuestra consuegra, a quienes hubo que dar los regalos y productos
acarreados desde España.
Llegaron las nueve de la noche y comenzamos el yantar nocturno, con unas buenas “kotelette” (especie de mini-hamburguesas o albóndigas planas) en esta ocasión de pescado, acompañadas de una buena ensalada con tomates traídos de Valencia, y todo ello regado con un buen vodka, que era imprescindible para los brindis.
En conclusión, a la una de la madrugada, con mucho
cansancio, decidimos terminar la amigable tertulia y reanudar las charlas la mañana siguiente. El cuerpo no aguantaba más.
Al dejarse caer en la cama, procurando que Morfeo llegara pronto y bien, no pude menos que conjurarme para no repetir un viaje tan pesado.
A falta de otro remedio en el momento actual, se hacía necesario viajar desde Valencia en avión, y en otras compañías, como KLM o Air France, o Lufthansa, que, aún con escalas intermedias, evitaban el desplazamiento en tren y probablemente ahorrarían cansancio.
En esas estaba la mente cuando la placidez del sueño confirmó que se había cumplido el primer objetivo: llegar.
Que no era poco.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA