THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA

THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA
La magnificencia del paisaje en The Monument Valley, la belleza del entorno, las reminiscencias de un pasado de tantos y tantos viajeros que cruzaron el Far West, protagonizando aventuras míticas entre las tribus indias y buscando un futuro mejor...Y al igual que esa ruta invita a seguir hasta más allá del horizonte, hasta el infinito, el Monument Valley, suscitando mil experiencias viajeras y recuerdos, se convierte en el icono de este blog que pretende rememorar las emociones y experiencias del conocimiento de nuevas tierras, nuevas culturas y nuevas gentes. Sin descartar que invada la nostalgia evocando vivencias personales de épocas ya pasadas pero nunca olvidadas.

miércoles, 16 de marzo de 2011

ARGENTINA VIVIDA (Experiencias viajeras de Cristina Serediak): DOMANDO LA RUTA 40: LA CUEVA DE LAS MANOS

Continúa la serie de interesantes relatos sobre viajes por Argentina con que honra este blog la Dra. Cristina Serediak

Otra linda sorpresa nos esperaba en la ruta 40.
Luego de transitar por El Maitén en la provincia de Chubut, esta ruta se aparta un poco de la Cordillera -que sin embargo siempre queda a la vista- para pasar Tecka y Gobernador Costa. Allí comienza el territorio de las mesetas patagónicas y de innumerables tranqueras de estancias, algunas abiertas al turismo.
Se pasa por los pueblos de Río Mayo y Perito Moreno y se llega a Bajo Caracoles. Son pueblos chicos con historias interesantes.
Cañadón del río Pinturas
En Bajo Caracoles tomamos un desvío también de ripio, pero ancho y bien mantenido. Luego de manejar unos 50 Km en la monotonía de la estepa patagónica, con la compañía de guanacos, choiques, zorros y el resto de la fauna lugareña, pasando varias curvas y subiendo algunas cuestas, logramos divisar el cañadón del Río Pinturas o de Los Colores que discurre encajonado entre altos barrancos (río Kolo Niyeu, voz original indígena).
El río da numerosas vueltas, y se presenta con pasto verde y pequeños árboles en sus orillas. Esto nos alegró el ánimo, después de manejar en un paisaje tan desértico.
Empezamos a bajar hasta el centro de interpretación. Es un edificio con un salón dedicado a la explicación de las características del lugar mediante métodos audiovisuales.
Entrada a la cueva
Ahí aprendimos que las cuevas estuvieron habitadas hace ya 9.000 años. Los dibujos de las mismas fueron plasmados utilizando diversos medios de aplicación (por boca, tubo, hisopo o aspersión). Los colores se obtuvieron mediante los minerales de la región: el negro, del bióxido de manganeso; el rojo, del ocre o la hematita y el blanco, de la cal o del hueso quemado y molido; como mordiente utilizaban orina animal.

El lugar está declarado como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Este lugar permite a los investigadores interpretar aspectos de la vida prehistórica, ya que se describen tres épocas, que van desde el año 7.300 AC hasta 1.000 DC.
Las improntas de las manos
En cuatro cavidades profundas y contiguas se han contabilizado 829 improntas, casi todas de la mano izquierda, excepto 31, que son de la derecha y una de 6 dedos. Hay también guanacos, más de 215 figuras, en diversas escenas de caza con piedras atadas a un trenzado y utilizadas como boleadoras. Hay otros motivos naturalistas y abstractos. Inclusive representaron el paisaje que se ve en el barranco opuesto donde hay una pequeña quebrada para poder bajar al río.
Hay una imagen de la luna y nueve redondeles (¿representación didáctica de una gesta?) Se cree que antes de una cacería pedían protección colocando sus manos en esas piedras. También hay figuras de lagartijas, choiques, patas de puma y una impronta de un bailarín.
Detalle

Después de las explicaciones nos pusieron un casco para protección porque hay permanente desprendimiento de pequeños trozos de piedra, y comenzamos el sendero interpretativo. Los paredones tienen alrededor de 100 metros de altura y nosotros caminábamos por el sendero aproximadamente a la mitad. El viento y las inclemencias climáticas han teñido a las paredes con una vasta gama de colores brindándoles así un aspecto poco común; es algo digno de verse. Caminamos por dos horas viendo en esos muros, resguardados por aleros y cuevas, parte de la historia de los pueblos autóctonos de la zona. Estos frisos rupestres permiten ver la vida diaria de pueblos nómades en su mayoría, que buscaban agua y guanacos para subsistir, no olvidando la parte mágica y religiosa que ellos plasmaban en esas rocas.
CRISTINA SEREDIAK