THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA

THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA
La magnificencia del paisaje en The Monument Valley, la belleza del entorno, las reminiscencias de un pasado de tantos y tantos viajeros que cruzaron el Far West, protagonizando aventuras míticas entre las tribus indias y buscando un futuro mejor...Y al igual que esa ruta invita a seguir hasta más allá del horizonte, hasta el infinito, el Monument Valley, suscitando mil experiencias viajeras y recuerdos, se convierte en el icono de este blog que pretende rememorar las emociones y experiencias del conocimiento de nuevas tierras, nuevas culturas y nuevas gentes. Sin descartar que invada la nostalgia evocando vivencias personales de épocas ya pasadas pero nunca olvidadas.

domingo, 4 de septiembre de 2016

PERIPLO POR EUROPA 2016.- VII.- Cruzar las montañas desde Ischgl hasta Samnaum, en Suiza

En nuestras excursiones y caminatas por los Alpes de Silvretta habíamos ido recogiendo información de excursionistas de todas las nacionalidades sobre itinerarios interesantes, y una sugerencia que nos interesó se refería atravesar la cadena montañosa austríaca, hasta llegar a Suiza, concretamente a la localidad de Samnaum.
Hasta dimos con un folleto de los muchos e interesantes que edita Silvretta Card, en el que con el título “Engadin Samnaum” se insertaba un mapa de las montañas y los remontes a seguir desde Ischgl.
Esta vez tomamos el coche para llegar antes al aparcamiento de los Silvrettabahn 1 y 2 (los telecabinas de 323 y 638 metros de recorrido sucesivo, superando unas altitudes de 1.954 y 1.984 metros, respectivamente), hasta llegar a Idalp, a 2.320 metros de altitud –donde hay un buen y adecuado restaurante self-service con cafetería y vistas panorámicas increíbles--, y desde el fin del telecabina alcanzar en descenso suave el telesilla Idjochbahn, o B3, que a lo largo de 461 metros, eleva 1.797 metros, hasta una altura de 2.797 metros, la superior de todo el recorrido.
En el traslado caminando de un remonte al otro, se notaba como una especie de disnea que no llegaba a ahogo (para los menos iniciados, como quien
escribe), pero que hacía sentir de veras la montaña, al igual que las cremas de protección solar de las féminas pugnaban por salirse los tubos (menor presión atmosférica).
Alcanzada la altura máxima, al dirigirnos al telesilla Filmsattelbahn, pasamos por unas casetas a izquierda y derecha del caminito, cerradas ambas y con signos de desuso, en cada una de las cuales un rótulo indicaba “Stadt Granze” (frontera del estado), bien que en una la bandera era la austríaca y en la otra la suiza.
En el Filmsatttelbahn descendimos unos 490 metros, durante 2.722 metros, hasta llegar, obviamente ya en territorio suizo, a un descenso de 228 metros, durante 1.056 metros de recorrido.
Y por fin se accedía a un amplio y grande telecabina (de dos pisos y capacidad de 180 pasajeros (110 en la planta superior de la góndola), denominado Twinlinner nos condujo 2.300 metros, descendiendo una altura de 722 metros.
Al llegar se anunciaba esperando a los viajeros un autobús –gratuito— a Samnaum, que en unos minutos subió un par de cuestas y llevó a la parte alta de esta población suiza, que se anunciaba como ”Duty Free Shop”.
No otra cosa era la población, porque a lo largo de una calle descendente solamente se veía tiendas de toda clase y algunos hoteles y bares.
Los precios podrían ser algo más bajos (la gasolina se anunciaba 60 céntimos/litro más barata que en la Suiza de las autopistas) y se ofrecía toda una enorme gama de perfumes y bebidas y cosas propias de los “Duty Free”.
Un sentimiento de desencanto nos invadió, y al final excepto una navaja suiza y un caro café bebido en una terracita (4’90 Euros) de poco más nos sirvió la aventura.
Sobre las 13’30 horas emprendimos el regreso, “desandando”, por así decir, el camino de venida, y sobre las 15’30 ya estábamos en la Cafetería de Idalp, Austria, claro, degustando una buena cerveza.
Cuando llegamos a la base del telecabina final, ya en Ischgl, nos desplazamos en el coche aparcado y bien calentito por el sol, hasta Landeck, y en unos supermercados de las cercanías adquirimos carnes y salchichas muy variadas para la barbacoa que pretendíamos preparar por la tarde/noche. Iba a ser como nuestra cena de despedida.
Y así aconteció cuando volvimos a nuestro alojamiento en la (¡ay, qué pena!) última tarde/ noche de estancia.
Nuestro yerno Pau, siempre tan habilidoso y bien dispuesto, preparó la base de la barbacoa, siguiendo los consejos de Bernard, el hijo de la Sra. Kaufmann, y al cabo de un rato nos sentamos en el comedorcito rústico que había en la jardín, para deleitarnos con unas salchichas austríacas, costillares marinados, deliciosa panceta y buenos filetones de cerdo,
regándolos con cervezas tan buenas como siempre.
Se agregó a la reunión la esposa de Bernard, Beata, y terminamos entre todos con las existencias, al tiempo que apareció la patrona, María Kaufmann con unos aguardientes (Schnaps) de fabricación casera, con los que brindamos por nuestra amistad y quedamos comprometidos a seguir manteniendo nuestros contactos, porque habíamos pasado de ser huéspedes a ser amigos, pese a comunicarnos en inglés principalmente.
Ya era tardecito cuando concluimos el encuentro y fuimos a descansar, otra vez al son del alegre discurrir del cercano río.
Esta primera etapa de nuestro Periplo 2016 había resultado inigualable.
¿Qué acontecería a partir de mañana, entrando en Italia?
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

PERIPLO POR EUROPA 2016.- VI.- De Pians y Landeck a Innsbruck, siguiendo el río Inn

No podíamos perder la ocasión de visitar Innsbruck, puesto que una vez más estábamos en el Tirol, y esa ciudad estaba proclamada o considerada como la capital del Tirol de Austria. Especialmente porque Pau, nuestro yerno, no conocía la atrayente población, y porque mi esposa y yo, con nuestra hija Katia, deseábamos rememorar un viaje vacacional que allá por 2.008 habíamos realizado desde España a Ucrania, en el que una de las etapas había finalizado en Innsbruck. 

Así que, siguiendo el río Inn desde Landeck, accedimos a la bastante bien cuidada autopista austríaca (es de peaje, aunque no con estaciones de cobro, porque el coste se paga mediante la “vignette” que ya estaba adherida en nuestro parabrisas), por la que, como la velocidad estaba limitada a 110 kms/h,
pudimos disfrutar de los verdes prados en las vertientes de las montañas, mientras que en el cada vez más amplio llano se presentaban cultivos de regadío, principalmente maíz. 
La distancia hasta Innsbruck, de unos 85 kms. se cubrió en una hora más o menos y la llegada a la ciudad nos impactó en cierta manera, no solamente por un calor bastante notable sino por la proliferación de turistas, que, cual hormigas o enjambre de abejas, todo lo inundaban. 
El contraste entre la vida al aire libre de Pians y Silvretta y en grandes espacios como la que habíamos disfrutado en días precedentes, contrastaba con el casi agobio de tantas personas en todas partes, especialmente en la zona de la María Theresien–strasse, la animada calle que conduce directamente a la auténtica y verdadera Altstadt (ciudad antigua), rodeada por el Marktgraben y Burgrabben, con un trazado de paseo triunfal y marcado por las perspectivas contrapuestas del trampolín olímpico y las cimas del Nordkette, con la inconfundible silueta de la catedral. 
La calle es peatonal y arranca desde el arco de triunfo (Triumphforte), construido en 1765. 
Destaca el Palacio Sarntheim, edificio barroco de 1680, al principio de la calle, y más adelante, la iglesia Servitenkirche, de 1614, con un importante retablo de la Sagrada Familia en su altar mayor. 
En línea recta se accede directamente a la Herzog-Friedrich-Strasse, la calle más característica de la Altstadt, que atraviesa el centro histórico formando una L, que flanquean pórticos decorados con bonitos emblemas. 
Las innúmeras tiendas conducen al turista, si no se detiene demasiado en ellas, hasta el antiguo ayuntamiento (Altes Rathaus), coronado por su torre (Stadtturm), que conduce a la atracción ciudadana más procurada, el llamado “tejadillo de oro” (Goldener Dachl), porque parte de él es una saliente que se dice cubren 2.657 láminas de cobre dorado al fuego, y que reza la historia que fue mandado construir por el emperador Maximiliano I de Habsburgo entre los siglos XV y XVI. 
Todo el casco antiguo es atrayente, aunque la multitud de turistas entorpece la deambulación y hasta hace poco grato detenerse para visionar todos los interesantes edificios. 
Al final, tras visitar el Hofburg, palacio que fue de la rama tirolesa de los Habsburgo, nos adentramos en un restaurante ya conocido de nuestro anterior viaje, y comimos unas carnes y especialidades austríacas, con las siempre apreciadas cervezas de barril (bier von fass), que en los países de cultura alemana
resultan imprescindibles. 
Como el calor era intenso (en contraste con el clima disfrutado en el valle de Silvretta), decidimos emprender el regreso, pero por la carretera normal, con el fallido intento de llegar por el Fernpass hasta Reutte, porque la “sección femenina” objetó a tantas curvas. Y de esta manera retornamos a Landeck, en la que una visita al supermercado nos procuró nuevos panes y carnes – el pescado en Austria casi brilla por su ausencia- y en llegando a nuestro apreciado alojamiento nos relajamos de nuevo junto al río, cenando unos fiambres. 
Otro día tirolés interesante, no solo por la visita a Innsbruck, sino porque nos había permitido
contrastar nuestra ansiada vida en entornos naturales con la vida urbanita, que al fin y al cabo ya la teníamos a diario en Valencia. 
Pero para eso están las vacaciones. Para experimentar nuevas sensaciones y disfrutar con vivencias diferentes de las habituales.
El Tirol seguía apoderándose de nuestras sensaciones. 
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

PERIPLO POR EUROPA 2016.- V.- Recorriendo Silvretta hasta Bielerhöhe, frente al pico Piz Buin

Después de la experiencia del día anterior, en el que el esfuerzo pudo resultar excesivo a los menos jóvenes (especialmente al “escribidor”), decidimos que la siguiente jornada sería por separado, y que los jóvenes acometerían sus proyectos con independencia, lo que así hicieron, marchándose a subir montaña desde Pians, hasta los picachos más cercanos, aunque llegando a alturas superiores a los 2.000 metros. 

Por parte de los más “veteranos” se decidió utilizar los sugerentes servicios de la Silvretta Card, esa tarjeta que brindaba gratuidades a los alojados en la zona, y tomamos en Pians el autobús de la empresa de Paznaun, que salía de Landeck y llegaba por la bonita carretera denominada Hochalpenstrasse hasta
el límite de Bielerhöhe, el lago artificial -–de empresa eléctrica— que enfrentaba a una magnificente cadena de cumbres superiores a los 3.000 metros. 
A la entrada del autobús (confortable) se exhibía al conductor la tarjeta Silvretta y eso era todo. 
El autobús iba deteniéndose en las distintas paradas marcadas en la carretera, y en casi todas ellas iban subiendo gentes con atuendos deportivos (muchos de ellos con bastones para caminar por la montaña), que a su vez iban bajando en diferentes puntos, como los telecabinas o telesillas que había en cada uno de los pueblos del valle, See, Kappl, Ischgl y Galtür, y el autobús después proseguía hasta las cercanías del lago, donde finalizaba el trayecto. 

A la belleza del paisaje se unía la curiosidad de comprobar cómo iba desapareciendo la vegetación según se alcanzaba altura, y a partir del punto de control para acceso a la carretera Hochalpenstrasse, los bosques iban evolucionando hasta vegetación más primaria, que llegaba a desaparecer. 
La vista del lago era preciosa, con su azul plateado reflejando las montañas, y ofreciendo además unos caminos sobre la presa y alrededor del agua, en una ruta circular de unos 7 kms, frecuentada por mucha gente, incluso algunas personas de avanzada edad, que, cada cual a su ritmo, especialmente si se llevaba niños en carrito o cochecito infantil, iba gozando de buen sol y del aire casi puro, 
La base del lago estaba situada por encima de los 2.000 metros, y en ella había un adecuado servicio de cafetería/restaurante, que ofrecía buenos platos típicos y bebidas a precios razonables, con una terraza frente al lago, desde la que era un privilegio visionar el panorama. 
Frente a nosotros, el pico Piz Buin, ya en la inmediata Suiza, destacaba con sus 3.312 metros de altura, como aguja que quisiera enlazar las maravillosas tierras de abajo con el nítido y brillante azul del cielo. 
Imágenes que iban a quedar grabadas en nuestra memoria, como de las más bellas de nuestros múltiples viajes, y que llevaban a la determinación de regresar en algún tiempo venidero a tan bello lugar. 
A una hora razonable de la tarde reemprendimos el regreso en el mismo confortable autobús de la venida, recreándonos de nuevo con las bellas vistas alrededor del río Saanna, y comprobando la utilidad y
bondad del servicio que brindaba la tarjeta Silvretta Card, ya que las gentes iban subiendo y bajando en las diversas paradas y poblaciones, hasta el punto de que el vehículo llegó a estar rebosante, con bastantes viajeros de pie. 
A la llegada a Pians caminamos los 800 y pico metros que separaban el centro de la población de nuestra casa, la de la entrañable María Kaufmann, y después de la ducha reparadora preparamos una cena temprana, y adecuada al ambiente, con salchichas tirolesas y fiambres, regado ello con buena cerveza austríaca; lo que fue digno remate a una jornada, una más, de espléndido goce en el Tirol.
El aire puro y el murmullo algo ruidoso del río junto a nuestro alojamiento marcaron los momentos previos a un descanso que acogimos con agrado, llegando a la cama a temprana hora, para descansar el cuerpo, y especialmente para solazar el espíritu con los recuerdos de tan bonitas imágenes como las que habían inundado nuestras retinas. 
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA