Terminada en buena
manera la celebración de la Pascua, en este nuestro viaje todavía faltaban nuevas visitas y encuentros, que comenzaron el martes 14 de Abril,
reuniéndonos con la Profesora Ludmila, para desplazarnos hasta el cementerio de
Berkovzy, ya que deseábamos visitar la tumba de nuestra otrora buena e inolvidable amiga, Tatyana
Kuftyreva, fallecida a finales de 2013, y a cuyo sepelio no pudimos asistir por nuestra residencia en España.

Ya dotados de flores,
en este caso de tela y papel (puesto que las naturales presumiblemente apenas podrían a durar unas
horas, por el frío y el viento reinantes, temperatura de unos 7 u
8 grados) recorrimos en nuestro automóvil unos cuantos paseos hasta llegar a la
zona en la que reposaban los restos de nuestra amiga, en una sepultura, como casi
todas, en tierra, sobre la que había un monolito en piedra gris oscura y en
cuyo frontispicio se había grabado la faz de la difunta, por cierto con gran
calidad artística, casi como un retrato.

Impresionante y
emotivo de veras todo ello.
Pero la vida debía
seguir y habíamos de encontrarnos para almorzar (comer) en casa de la Dra. Elena; así
que previo proveernos en uno de los muchos supermercados de la ruta de variadas
frutas, bebidas y dulce, recorrimos el Prospekt Peremogy (Avenida de la
Libertad, en ruso) hasta llegar a la Ploscha Povedy (Plaza de la Libertad, en
ucraniano), y por la calle Shulyanska y el estadio olímpico llegamos a la calle
Horkogo, en la que residía nuestra anfitriona.

Tras los saludos de
rigor, y en tanto esperábamos la llegada de Iryna, otra buena amiga, hermana
de la fallecida cuya tumba habíamos visitado antes, se repitieron los
comentarios de rigor, sobre las respectivas familias, hijos, trabajo, etcétera.


Durante la comida se
fueron comentando diversas situaciones cívicas y políticas, y no podía faltar
una reflexión sobre la actual situación en Ucrania.
Ante todo, los
reunidos, de buen nivel intelectual y
acreditada cultura y formación, mostraron
su deseo y ansiedad por que terminara la guerra en el este, cuya solución veían
problemática; y se dijeron muy preocupados por la actual situación política y
económica de la nación, con la economía bajo mínimos, sin solvencia en divisas,
gastando cantidades enormes en la guerra, y con precios exorbitantes.

Comenté yo mismo que
en casi todos los casos las guerras envolvían la defensa de intereses económicos, y que en todos los casos una mala paz siempre era mejor que un
trunfo en la contienda.

Muy interesante
tertulia, propiciada por unos cafés capuccinos deliciosos, que nos permitieron
tener nuevas impresiones sobre el futuro de esta nación, Ucrania, que se debate
entre las ansias de libertad y bienestar y la reafirmación de una identidad
nacional que ni unos ni otros de los países extranjeros permiten sea obtenida
de manera sosegada.
Y, en fin, la intensa
jornada terminó en “nuestro” Vyshgorod, donde volvimos a gozar cuidando a
nuestra nietecita, cada día más bonita y desarrollada.
Al retirarnos a
descansar pensamos que la vida sigue y que por encima de los egoísmos humanos,
las gentes saben cómo superar la adversidad y labrar su futuro.
Eso habrá de acontecer
con Ucrania, que a lo largo de los siglos ha soportado y superado invasiones de
toda clase y pueblos, sufrido guerras y hambrunas, experimentando catástrofes
(recuérdese Chernobyl), pero que logró ser independiente y está caminando hacia
obtener su identidad definitiva.

SALVADOR DE PEDRO
BUENDÍA