Para iniciar
nuestras vacaciones, decidimos desplazarnos en una primera etapa hasta la zona
de Sanabria, y hallamos en Galende, muy cerca del lago de Sanabria, un
hostalito que parecía ofrecernos el alojamiento sencillo y cómodo que precisábamos
en esa primera etapa, camino de nuestro destino final, en la costa atlántica
portuguesa, freguesía de Chafé, municipio de Viana do Castelo.
Salimos a
la ruta pasadas las diez de la mañana, por la A-3, en dirección Madrid, y no
hallamos demasiado tráfico, de manera que
hacia mediodía hicimos una parada estratégica en la zona del Castillo de
Garcimuñoz, para tomar un bocadillo y un café, y seguimos viaje para sobrepasar
Madrid, siguiendo la A-6, tampoco muy concurrida, más bien desierta.
Después de
enlazar en Benavente con la A-52, en dirección a Ourense y Vigo, alcanzamos nuestro destino alrededor de las
seis de la tarde, desviando cerca de Puebla de Sanabria, para acabar en Galende, bastante concurrida y con anuncio
de fiestas mediante letreros luminosos en la carretera.
Tras
acceder a la habitación (sencilla, pero limpia y bien dotada) en el hostal Los
Chanos El Ruso, en un bar situado enfrente, del mismo nombre, comimos unas
tapas de jamón y queso (no habíamos efectuado el almuerzo del mediodía) y
salimos a dar un paseo, aprovechando las arboledas y el fresco junto al río
Tera, que, proviniente del lago de Sanabria, riega las tupidas vegetaciones del
lugar.
Llegada la
hora de la cena, tras una sencilla refección el vecino bar, nos dispusimos
a descansar, para culminar nuestro primer día de vacaciones.
El
siguiente, sin madrugar nada, desayunamos de manera ligera y nos llegamos hasta el lago, hasta Ribadelago (el nuevo y el viejo), admirando la belleza del paisaje, y ya volvimos a la A- 52 en
dirección Vigo, comprobando con pena los estragos de los varios incendios a
ambos lados de la autopista, poco concurrida, hasta llegar al nudo de O
Porriño, donde un ramal de la A-55 se dirige a Portugal.
Entrar en
Portugal es actualmente como llegar a un barrio de nuestra ciudad, por la total
ausencia de señales de cambio de país (recordé tiempos ya muy pasados, en los que las colas de
las esperas para los controles fronterizos eran de kilómetros), y bordeamos la
bella y estratégica fortaleza de Valença do Minho, aunque optamos por
prescindir de la autopista y desplazarnos por la concurrida carretera nacional,
la N13, pasando una y otra población (Vila Nova da Cerveira, Seixas, Caminha)
en dirección a Viana do Castelo.
Unos diez kilómetros
antes de esta última población nos detuvimos en una “Churrascaria” junto a la carretera,
en la que tuvimos el placer de degustar a precio muy módico, una sopa de
legumbres, y un
“frango ao churrasco” (pollo asado al carbón), que fueron una delicia para nosotros.
Una vez
cruzada Viana do Castelo, no tardamos en llegar a nuestro destino para los
siguientes días, la Casa da Reina, en Chafé, donde nos acogió con su gran
simpatía Cecilia, la esposa del dueño, y éste mismo, Cristiano, y ella fue quien nos ofreció
en su fluido español buenas explicaciones sobre las posibilidades de la zona.
Brindamos
con el buen vodka ucraniano que siempre procuramos llevar en nuestros viajes, y
alcanzamos la cama, en medio del fresco, casi frío, que generaba un buen
ventarrón del norte (la “nortada”, que se dice en la zona), para descansar, no
ya del viaje , que en el día había sido corto, sino especialmente de los
calores sufridos en Valencia.
Nuestra
coqueta habitación/suite, con acceso directo al jardín, nos brindó los mejores
sueños, bien
tapaditos con la colcha, y, lo principal, sin ningún atisbo de calor.
tapaditos con la colcha, y, lo principal, sin ningún atisbo de calor.
Ya habíamos
iniciado, y con buen pie, nuestras vacaciones, en el destino principal.
Del resto,
y de las excelencias de la Casa da Reina, seguirá crónica.
SALVADOR DE
PEDRO BUENDÍA
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