La Alcarria es una comarca natural española
situada en la Submeseta Sur, que comprende la mayor parte del
centro y sur de la provincia de Guadalajara, el noroeste de
la provincia de Cuenca (ambas en Castilla-La Mancha) y el sureste de la Comunidad de Madrid.
Geográficamente está formada por un relieve
tabular coronada por la superficie estructural del páramo calizo que se ve
continuamente cortado de norte a sur por ríos y arroyos que forman
angostos glacis
y cuestas margosos y profundos valles fértiles. Esto
genera una geomorfología que produce un notable contraste entre
los encinares
y la agricultura de secano del páramo, y las
pequeñas huertas,
los olivares y
las hierbas aromáticas de las cuestas y valles.
Precisamente, la abundancia de
plantas aromáticas como el romero, el tomillo, el espliego y la lavanda hacen
posible la apicultura
de la que resulta la miel de la Alcarria. Otros productos dados en
la comarca son el cordero
de raza alcarreña, el aceite de la Alcarria y los vinos de denominación de origen de Mondéjar y Sacedón y Arganda.
El paisaje antropogenizado
de la Alcarria ha sido marco contextual de célebres varias obras literarias,
entre las que destaca fundamentalmente Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela.
Etimología
El nombre de alcarria
proviene del árabe andalusí y los arabistas
modernos identifican
con el término al-Quaryat, al igual que alquería,
nombre que reciben pequeñas casas de labor y que, algunas, han evolucionado en
pequeños poblados. Hoy al término alcarria se le da el significado de
"terreno alto, raso y de poca hierba". El adjetivo gentilicio propio de la comarca es alcarreño.
Extensión y límites
Al tratarse de una
comarca natural, no hay una claridad sobre los límites geográficos de la
Alcarria en su parte nordeste y oriental, donde enlaza con la sierra
Ministra y las parameras de Molina. De norte a oeste sí está
delimitada en el polígono formado por los ríos Henares, Jarama y Tajo, como límite geológico
y morfológico del páramo de la Alcarria.
Habitualmente se distinguen
varias zonas dentro de la propia comarca de la Alcarria dependiendo de cada una
de las provincias donde se extiende. Así, en la provincia de Guadalajara, donde la
Caracenilla |
Alcarria tiene mayor extensión, se distingue entre la Alcarria
Alta, en la zona más septentrional, en la orilla derecha del río
Tajuña, donde el páramo alcarreño alcanza su mayor altitud, y la Alcarria
Baja, en la zona más meridional, en la orilla izquierda del Tajuña y en
torno a la vega del Tajo. También en la Comunidad de Madrid el Tajuña sirve de
separación entre los páramos de la Alcarria de Alcalá, al norte, y de la Alcarria de Chinchón, al sur. En la parte más meridional,
desde la margen izquierda de los ríos Tajo y Guadiela, se
habla de la Alcarria conquense por extenderse en la provincia de Cuenca
(De Wikipedia y otras
fuentes)
LA ALCARRIA CONQUENSE
Municipios
|
Población (2011)
|
2.004 hab.
|
|
1.133 hab.
|
|
1.086 hab.
|
|
613 hab.
|
|
541 hab.
|
La Alcarria Conquense se sitúa en el extremo
noroccidental de la provincia de Cuenca. La diversidad paisajística, su riqueza
patrimonial, gastronómica, artesanal y la oferta recreativa, convierten a la
comarca en un lugar digno de ser visitado, en el que se puede disfrutar de sus
tradiciones y de la sencillez y hospitalidad
de sus gentes.
Debido a su gran extensión, en la comarca abundan las alcarrias con sus
tonalidades pardas que quedan salpicadas por arbustos que se mantienen
encaramados en las laderas guardando el equilibrio; también hay lugares en los
que los ríos excavan bellas hoces tapizadas por una abundante vegetación de
pinos, al igual que zonas de ribera en las que los alamedas, con sus verdes o
amarillos, se van desnudando poco a poco con la llegada del invierno.
Históricamente la Alcarria Conquense ha recibido influjos desde épocas
prehistóricas. Los Íberos, pueblos provinientes del este de la Península crean
los primeros asentamientos estables de la comarca. Sobre ellos, y tras su conquista,
los romanos construyeron un entramado organizativo que ha dejado su huella en
el paisaje alcarreño mediante puentes, calzadas y ciudades.
El dominio musulmán tuvo una notable impronta en esta tierra, conservándose aún
restos de alcazabas como la de Huete o Priego. La Alcarria Conquense fue uno de
los escenarios de la Reconquista de los siglos XI y XII. Algunos pueblos, como Albalate
o Alcantud, poseen topónimos que denotan esta antigua población musulmana.
A finales del medievo y durante toda la Edad Moderna, incluido el siglo XVIII,
la comarca llega a su máximo esplendor cultural, económico, y artístico.
Durante los siglos XIX y XX se cimentan las bases de una nueva sociedad que ha
llegado hasta nuestros días, manteniendo los pueblos su economía tradicional
basada en la agricultura y en la
ganadería, y a absorber la creciente demanda
del Turismo Rural.
La Alcarria Conquense posee un espacio fragmentado debido a la variedad de
paisajes, costumbres, cultivos y artesanía, que podemos encontrar en ella. Este
es el motivo por el que la cuenca cerealista del Río Gigüela, las estribaciones
montañosas de la Sierra de Altamira, las extensiones de girasol del Valle del
Río Mayor o del Guadamejud, las Alcarrias del centro de la comarca, las zonas
mimbreras de la Vega del Trabaque, los campos de olivares de la Hoya del Infantado
o el impresionante Estrecho de Priego, constituyen la esencia de un territorio
diverso y único como es el de nuestra comarca.
(Del blog “la Alcarria
conquense”)
…
Productos de la Tierra
La gastronomía popular
de la Alcarria Conquense es sencilla, honrada, fuerte y auténtica, como
corresponde a la forma de vivir de sus gentes. Platos contundentes de la
tierra, elaborados por tradición
para degustar con buen gusto.
La miel |
Departir entre figones
compartiendo mesa y mantel, una de las mejores maneras de entender lo auténtico
de cada lugar.
El mimo y cariño de su
preparación ennoblece a la cocina, los ingredientes, sabiamente utilizados,
proceden de una tierra de contrastes, de colores y sabores autóctonos, la
tierra de la Alcarria Conquense.
Gachas, caldereta,
matahambre, cochifrito, migas de patata, cordero a la miel o zarajos, son
algunos de los numerosos platos de una variada gastronomía.
Deliciosos postres como
torrijas, flores, garabatas, dormidos o piñas, dejarán un sabor dulce en el
paladar del visitante, invitándole a repetir esta exquisita experiencia.
( De Internet y otras
fuentes)
…
Caracenilla es una pedanía del municipio español de Huete, en la
provincia de Cuenca. Se encuentra situado a 12
km del núcleo principal del municipio y cuenta con 60 habitantes. Se encuentra
situado en la ladera de un pequeño monte, en el valle del río Mayor.
Ermita |
Se cree que Caracenilla
surgió a principios del siglo XIII. Según se cuenta, fue fundada por lugareños
de Caracena
(Soria) que participaron en la reconquista de
España y se asentaron en la actual Caracenilla, de ahí su nombre.
Como Patrimonio histórico-artístico destacan la iglesia de San José y de
Santo Domingo de Silos, del siglo XVIII,
construida por Juan de Toca (iglesia neoclásica con planta de cruz latina con cúpula y cimborrio) y
la ermita de la Inmaculada Concepción, de principios del siglo XIX
(neoclásica con planta de cruz latina, cúpula y bóveda de medio cañón)
(De Wikipedia)
…
La Casa del Canónigo (Siglo XVII), catalogada
como Patrimonio Histórico por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha,
está al lado de la antigua Iglesia románica del pueblo de Caracenilla.
(De Wikipedia)
…
He de reconocer que, a pesar de mis
muchos viajes por España, y del conocimiento bastante completo que a lo largo
de los años he ido teniendo de Castilla La Mancha, y más concretamente de
Cuenca y su provincia, ni me había planteado conocer la Alcarria conquense.
Débese a la juvenil inquietud y
conocimientos culturales sobre España de nuestra hija Katia, que me disponga
ahora a escribir varios relatos y comentarios sobre esta comarca española tan
desconocida, en su zona de Cuenca, aunque sin ánimo de emular aquel inimitable “Viaje
a la Alcarria”, de Camilo José Cela.
Y es que la Katia se dignó ofrecernos y
regalarnos a su madre y a mí mismo una estancia de fin de semana en un hotel
con encanto que ella ya conocía en Caracenilla (Cuenca), llamado “La Casa del
Canónigo”.
Cuando recibimos el regalo, en esa forma
de marketing tan actual que es el “bono regalo”, poco nos faltó para decirle a
nuestra hija que
era una osada, organizándonos viajes a nosotros, que tantos países, lugares y caminos llevamos recorridos.
era una osada, organizándonos viajes a nosotros, que tantos países, lugares y caminos llevamos recorridos.
Pero preferimos informarnos de forma más
completa y aquellos tenues deseos de reproche fueron trocándose en interés y
agradecimiento por el obsequio y la sugerencia, no ya por el hotelito elegido,
que semejaba muy completo y bien dotado, sino por lo adecuada que parecía la
zona para una escapada, especialmente porque era desconocida para nosotros.
Y así, después de almorzar en nuestro
domicilio y descansar algo, que nuestras edades ya demandan una sosegada
digestión, tomamos nuestro automóvil híbrido y la autovía A-3 en dirección
Madrid, que nos brindó una cómoda ruta hasta llegar a Minglanilla, población ya
de la provincia de Cuenca en la que nos desviamos a la carretera autonómica CM-211,
con buen trazado y firme en condiciones correctas, que, casi en solitario,
recorrimos hasta llegar a Almodóvar del Pinar, punto de intersección con la
carretera N-320, que asciende desde Motilla del Palancar y, pasando el puerto
de la Tórdiga, llega hasta Cuenca, bordeándola, para continuar hacia
Guadalajara.
En la capital conquense nos desviamos por
la autovía A-40, durante unos veinte kilómetros, hasta la salida a la carretera
comarca CM-2019, que indica la dirección a Huete.
Ya había anochecido, pero los escasos
treinta kilómetros que nos faltaban, los recorrimos sin más incidencia (que no
fue tal) que una fina llovizna, hasta vislumbrar a nuestra derecha, en un
altozano, como una especie de castillo, iglesia o monumento, muy iluminado en
tonos ocre/anaranjados, que luego supimos es la ermita de Caracenilla.
Y en llegando a Caracenilla, encontrar La
Casa del Canónigo, fue tan fácil como que a la segunda curva de entrada a la
población, su fachada color rojo o burdeos, nos denunció su presencia.
La casa, en la parte más llamativa o
pintada en ese rojo/burdeos, se presentaba en el chaflán a una calleja, pero el
acceso era por una puerta o portón desde la misma carretera, junto a la cual
diversos distintivos de organizaciones hosteleras, como Top Rural, Select
Hoteles, Turismo Rural, y algunos más denotaban el destino del edificio.
En cuanto accedimos a la casa apreciamos,
primero, una amabilísima acogida por parte de una solícita propietaria, que
inclusive se brindó a llevarnos nuestro escaso equipaje, y un detallismo en la
decoración, entre clásico y rústico, que parecían anunciar lo que era el resto
de la casa-hotel.
Ya habíamos llegado después de unos
tranquilos 240 kilómetros, recorridos en alrededor de dos horas con toda
comodidad, y después de los trámites de registro (parece que ahora los regentes
de establecimientos hosteleros han de comunicar a una web de la Guardia Civil o
de la Policía, los datos identificativos de los clientes), accedimos a nuestra
habitación, en la tercera planta, que presentaba
un aspecto abuhardillado, con el techo en madera y viguerío a la vista y sendas ventanas sobre el techo amansardado, por los que podía vislumbrarse el exterior, es de suponer que las estrellas por la noche, aunque en nuestro caso solamente los golpecillos regulares de la llovizna denotaban que iban a negársenos los luceros.
un aspecto abuhardillado, con el techo en madera y viguerío a la vista y sendas ventanas sobre el techo amansardado, por los que podía vislumbrarse el exterior, es de suponer que las estrellas por la noche, aunque en nuestro caso solamente los golpecillos regulares de la llovizna denotaban que iban a negársenos los luceros.
Eran poco menos de las ocho de la tarde,
y se imponía una visita a la aldea, que no otra cosa era y es la población, en
la que, si no contamos mal, había unas nueve calles y dos plazas, la principal
llamada de la Constitución, con dos bares recayentes a la misma (¡cómo en
España un poblado sin bares!), y comprobamos que había rótulos y reclamos de
albergues o alojamientos rurales en varias puertas cerradas.
La fina llovizna fue tornándose fría y
ello nos empujó a retornar al calor de la Casa del Canónigo, en uno de suyos
salones tomamos un vino de la tierra (más delante comentaré al respecto), para
esperar hasta la hora de la cena, que en nuestro caso fue muy frugal, con una
ensalada y unos huevos con patatas.
Era un viernes, y después de una semana
laboral, y por la relajación que el propio ambiente imponía, pese a lo
agradable que resultaba el
salón, con la estufa de leña trasmitiendo calorcillo y ese olor tan característico de esos artilugios, decidimos retirarnos a descansar, aunque puedo garantizar que ni realmente ni en sentido figurado pudimos ver las estrellas, que por algo la lluvia seguía golpeando con monotonía en los inclinados cristales del techo de la buhardilla.
salón, con la estufa de leña trasmitiendo calorcillo y ese olor tan característico de esos artilugios, decidimos retirarnos a descansar, aunque puedo garantizar que ni realmente ni en sentido figurado pudimos ver las estrellas, que por algo la lluvia seguía golpeando con monotonía en los inclinados cristales del techo de la buhardilla.
Hasta nos permitimos bromear, antes de
que Morfeo se ocupara de tomarnos en su brazos, que en esta Casa se debería de
morar confortablemente, ya que por algo existe la expresión de “vivir como un
canónigo”.
Había comenzado nuestra escapada a la
Alcarria conquense.
SALVADOR DE PEDRO
BUENDÍA
No hay comentarios:
Publicar un comentario