Como nos resistíamos a sentarnos en las mesas que había a la sombra en Piazza San Marco, nos acercamos hacia su frente en el Gran Canal, y hallamos una de las pérgolas situadas sobre el agua, que presentaba en su frente una especia de bancada de madera, en la que nos sentamos mientras bebíamos unas botellitas de agua fresca para mitigar la sed. Estuvimos un rato allí sentados, hasta que llegó un hombre mayor, con indumentaria y aspecto de gondolero, y nos dijo enfadado que aquello era privado, y que solamente si pagábamos podíamos estar allí.
Osé preguntarle cuál era el precio por estar sentado y con mala cara respondió que solo pagando una hora de viaje en góndola podía facilitarnos el asiento.
Al decirle que estabamos pensado si tomabamos la góndola, nos dijo como enfadado que nos fuéramos y volviéramos cuando lo hubiéramos decidido.Pura cortesía con el turista y posible cliente...
Y enfrente de nosotros, en la especie de escalones que servían de acceso a las arcadas de los edificios de pla plaza, había turistas, especialmente jóvenes, sentados mientras bebían algún refresco, y observamos que llegaban unas personas no uniformadas pero con unas camisolas de color naranja que lucían en su espalda la leyenda "PIAZZA SAN MARCO", y obligaban con energía a las gentes para que se levantaran.
Les pregunté por qué no dejaban a los visitantes sentarse un poco y respondieron con malos modos: "Para eso están los bares de la plaza!". ¡Claro, a 16 euros la cerveza...!
Cuando nos reunimos con la parte joven de nuestro grupo, nos contaron lo caro que estaba todo, aunque ellos habían comido una buena pizza, a precio algo normal. ¡También les habían clavado con el llamado "coverto" (cubierto), que por lo visto se consideraba obligatorio.
Pasamos por encima de lo que eran evidentes abusos, y con el vaporetto nos dirigimos a la isla de Murano, en la que, casi sin tiempo de abandonar el barco ya fuimos abordados y casi dirigidos cual ganado hacia una cercana factoría de vidrio soplado, en la que se nos hizo una demostración sobre su
elaboración, para después acosarnos los vendedores en la sala de exposiciones casi obligandonos a comprar, a precios que nos parecieron caros y excesivos, en comparación con los que artículos similares tienen en España.
elaboración, para después acosarnos los vendedores en la sala de exposiciones casi obligandonos a comprar, a precios que nos parecieron caros y excesivos, en comparación con los que artículos similares tienen en España.
Pese al calor fuimos caminando al rededor del canal de entrada y visitamos la iglesia del siglo IX, reformada en el XIII, dedicada a la virgen María y a San Donato, que ofrece unos antiguos y bellos mosaicos.
Seguimos paseando pese al agobio climático, hasta que decidimos regresar a plaza San Marco en un vaporetto que demoró una hora.
Había caído la tarde y minorado algo el calor, pero nuestros pies ya estaban muy cansados, por lo que volvimos a separarnos para retornar cada pareja por su cuenta a casa.
Y así, cuando llegamos mi esposa y yo mismo a la Piazza Roma, punto de partida de nuestro autobús, como era necesario tomar algo, nos sentamos en la terraza de una pizzería (la única) y pedimos una pizza "romana" y dos cervezas, previo indicar que se nos retirara de la mesa (porque no los queríamos) un manojo de "grissini" que estaban en el centro de la mesa. Así lo hizo un camarero cuando nos trajo la pizza solicitada.
Pero cuando pedimos la cuenta, en esta aparecía como primera partida, "coverto" por 6 euros. Al decirle al encargado que ese concepto era incorrecto porque habíamos rehusado esos "grissini", nos dijo que no entendíamos nada, porque eso del "coverto" eran los impuestos, y que en Padova se cobraba un euro por turista, y en venecia los cobraban de esa manera.
Al decirle que no aceptabamos la justificación, que era puro engaña, se negó a rectificar, por lo que hice simulacro de telefonear a la policía, momento en el que devolvió esos 6 euros, diciendo que todos los
turistas éramos unos "sinvergüenzas".
Aún tuvo que oírse de mi boca la castiza expresión italiana de "¡mascalzone!", cuyo significado parece molesta bastante a quien se le llama así.
Volvimos a casa en al autobús, cansados e indignados de tanto abuso, y tomamos una ligera cena para irnos pronto a la cama.
El siguiente día avisamos para que vinieran a recogernos las llaves en nuestra salida, y acudió una atenta empleada de la agencia AirBnb, que rehusó revisar el estado de la casa (estaba todo en orden e impoluto) y salimos en dirección a Florencia.
Habían pasado solamente dos horas cuando recibimos en el móvil un mensaje de la citada agencia diciéndonos que el propietario de la casa (desconocido e ignorado en su nombre) reclamaba 200 euros de indemnización porque la encimera presentaba --a su decir-- un rayado de un cuchillo.
¡Si ni siquiera la habíamos usado!.
En vez de llamar lo que se merecía al autor del mensajito, al llegar a España ya formulamos la oportuna denuncia a la autoridad competente de turismo en Venecia.
Comentandolo con un diplomático italiano de Madrid nos espetó: "!En Venecia ejerce y mucho, la Cosa Nostra". Vamos, lo que en nuestro país llamamos "facinerosos".
Quien tega oídos que oiga...como reza el refrán.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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