Después de haber descansado a satisfacción en la confortable casa de Mira, tomando un desayuno abundante que nos diera fuerzas y resistencia para la jornada que se avecinaba y presumíamos iba a ser pesada, nos llevamos la primera sorpresa desagradable de las que nos iban a llegar.
Se nos había anunciado que el autobús de la línea 53E tenía una parada enfrente de la casa, y que llevaba hasta la Piazza di Roma, en Venecia city, junto al Gran Canal.
Cierto que el autobús tenía una parada enfrente de la casa nuestra, PERO AL OTRO LADO DEL CANAL QUE HABÍA DELANTE, de manera que tuvimos que caminar más de un kilómetro y medio bordeando el canal, hasta encontrar un puente que nos
permitiera cruzarlo, y llegar a una parada de enfrente y en el otro margen. Por la mañana no hacía calor, por lo que no nos cansó el trayecto pero ya comenzamos a experimentar la doblez de la información.
El autobús circulaba con intervalos de unos veinte minutos, que es poco más o menos lo que hubimos de aguardar, y ya en él pasamos por Oriago, Mira y Malcontenta (aledaños de Venecia), y bordeando la zona de bases de cruceros, ya en medio de canales, llegamos a la Piazza di Roma, lugar de concentración de buses, desde la que un puente moderno, del inconfundible estilo Calatrava, permitía pasar a la otra orilla del Gran Canal..
permitiera cruzarlo, y llegar a una parada de enfrente y en el otro margen. Por la mañana no hacía calor, por lo que no nos cansó el trayecto pero ya comenzamos a experimentar la doblez de la información.
El autobús circulaba con intervalos de unos veinte minutos, que es poco más o menos lo que hubimos de aguardar, y ya en él pasamos por Oriago, Mira y Malcontenta (aledaños de Venecia), y bordeando la zona de bases de cruceros, ya en medio de canales, llegamos a la Piazza di Roma, lugar de concentración de buses, desde la que un puente moderno, del inconfundible estilo Calatrava, permitía pasar a la otra orilla del Gran Canal..
Un atento policía municipal nos informó que aunque el puente era del arquitecto/ingeniero valenciano, se denominaba Ponte della Constituzione.
No lo cruzamos, aunque de haberlo hecho
hubiéramos podido emprender la ruta a pie hasta la Piazza San Marco.
hubiéramos podido emprender la ruta a pie hasta la Piazza San Marco.
Optamos por dirigirnos a las cercanas taquillas de los vaporettos, y compramos unos tickets o billetes útiles por 24 horas, que nos podían permitir viajes sin fin y entrar a algunos palacios y museos.
Poco después llegó el barco de la línea 1, que navega --dícese que de forma más rápida que el de la línea 2-- por el Gran Canal hasta San Marco, y que iba atestado de viajeros, turistas de todas las nacionalidades, con el exotismo de los japoneses y negros americanos, incansables en sus filmaciones y fotografías.
El viaje en el vaporetto causó sorpresa y admiración a Pau, nuestro yerno, abrumado por la perspectiva de los palacios como arropando la magnífica vía acuática, de manera que se dedicó a hacer fotografías de todo, algo en lo que también incidimos sus acompañantes (pese a que ya conocíamos Venecia de anterior viaje), gozando a cada nueva vista y especialmente al pasar por debajo del puente Rialto y visionar las estaciones de góndolas y los canales pequeños que partían del grande, perpendiculares a los edificios, y se perdían hacia el
interior.
interior.
Al cabo de una media hora llegó el barco a uno de los múltiples embarcaderos de la Piazza San Marco, y allí al calor, que ya se incrementaba, se unió una turba de turistas, cual hormigas en procesión, que lo ocupaban todo, y especialmente la plaza, dando sensación de mayor agobio.
Decidimos que el sector joven de nuestro grupo se fuera por separado a descubrir Venecia, y mi esposa y yo quedamos para un recorrido más sosegado, que nos llevó por las callejas a muchos de lo pasos sobre canales y canalillos, en los que nos detuvimos muchas veces para comprobar la destreza con la que los gondoleros sortean las esquinas y guían sus embarcaciones valiéndose de un solo remo.
Como el calor aumentaba, y la humedad reinante lo hacía más molesto, pensamos en sentarnos de la terraza de alguna cafetería para beber algo fresco,
deteniéndonos finalmente en la plaza San Marco, aunque al comprobar los precios de una cerveza de barril si se tomaba en la mesa (16 Euros) buscamos un establecimiento más modesto y menos caro.
deteniéndonos finalmente en la plaza San Marco, aunque al comprobar los precios de una cerveza de barril si se tomaba en la mesa (16 Euros) buscamos un establecimiento más modesto y menos caro.
En la calle Larga S. Marco 654 hallamos una especie de tasquita llamada Caruti&Caruti, en la que aparecían en el expositor una especie de tapas.
Tomamos asiento en su interior y pedimos sendas cervezas al tiempo que una especie de albóndigas de bacalao y unas brochetas de surimi.
Tras consumir un café "piccolino", por lo exigüo,
pedimos la cuenta y en ésta tuvimos una nueva sorpresa sorpresa: Al importe de lo consumido (no barato) se adicionaba un concepto llamativo "servizio 12%". ¡Y se decía que el servicio estaba comprendido en los precios! Al preguntar, ni caso se nos hizo.
Sobre el tema de los recargos y cobros abusivos sin aviso íbamos a tener más sorpresas a lo largo del día, pero de ello comentaré en la siguiente parte de este capítulo.
¡Y vaya calorazo que estábamos sufriendo!
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Fenomenal. Un abrazo.
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