VIII.- SEGUNDO DÍA POR LOS CAMERON HIGHLANDS, LAS PLANTACIONES DE TE Y LAS DEMÁS ATRACCIONES (8)
Nuestro segundo día completo de estancia en los Cameron Highlands, comenzó pronto, porque más bien madrugamos, ya que en el apartamento de CH Green se respiraba tranquilidad y descansamos muy bien.
Desayunamos en el propio apartamento, y a las nueve de la mañana ya nos esperaba en la zona de recepción el nuevo guía/chófer, Dean, un hombre maduro, hindú, servicial y simpático, aunque con un taxi algo más vetusto que el de Rängel.
Para comenzar la jornada nos llevó al Instituto de Agrotecnología, en el que contemplamos las diferentes plantaciones de flores, cactus y frutas, todo muy ordenado y bien dispuesto.
A continuación, por la carretera que se dirige hacia el sur (de la de la venida desde Kuala Lumpur), nos fuimos hasta la plantación de té Barath, junto a la carretera.
Parecía menos extensa que la de Boh, pero ofrecía varios atractivos, como la menor afluencia de gentes, el contraste de las montañas y colinas más en la cercanía, y hasta la posibilidad de descender hasta el valle, por el que discurría un saltarín rio, que atravesaba la parte más profunda, y ello podía realizarse mediante un vehículo eléctrico que facilitaba, más que la bajada, la prolongada subida.
Y tomamos el vehículo y llegamos hasta lo más profundo del valle, donde nos recreamos contemplando el paisaje (increíble, precioso) desde los diversos miradores, al tiempo que observábamos como a media colina los trabajadores iban recogiendo o cosechando las hojas de te.
Nos recreamos paseando entre las plantaciones y haciéndonos unas fotos, durante un buen rato, porque no teníamos ningunas ganas de abandonar tan bellos parajes, por lo que hasta tomamos un delicioso te, producido en la plantación.
Era nuestra despedida (más bien un “hasta luego”) de las plantaciones de te, que tanto nos habían cautivado.
La siguiente etapa fue visitar la granja de las fresas, una amplia plantación dedicada a estos productos, que recorrimos con detenimiento, y donde nos deleitamos tomando unos jugos (smothies, se dice
ahora) de esos frutos. Deliciosos.
Nuestro taxista/guía era bien expresivo, y nos fue explicando lo que significaban las señales en la frente, entre las cejas, que presentan los hindúes, manifestando si están casados y si son de religión hinduista. Todo muy interesante.
El día iba avanzando y por eso mostramos interés en visitar más lugares, siendo conducidos hasta un mi orador desde el que se podía contemplar la población
de Tanah Rata y alrededores, para después visitar un cercano templo hindú, que nos explicó el bueno de Dean con todo detalle, llegando hasta a demostrarnos él mismo la postura de relax, oración y contemplación.
Ya había pasado el mediodía con creces, más bien la
tarde, y nos desplazamos a la oficina de venta de tickets de autobús, pues nuestro propósito era desplazarnos al siguiente día con ese medio de transporte hasta la isla de Penang y Georgetown.
Nos atendió en la oficina una simpática señora, aunque nos asignó no muy buenas polacas en el autobús, y nos sugirió nos dirigiéramos a la propia estación de autobuses (cercana) para tratar con loa encargada de los billetes una posible mejora.
Y allí fuimos, encontrándonos con la amabilidad de una mujer que, por sorpresa, nos dijo algo en español, sorprendiéndonos como es lógico, y nos aclaró que ella había dominado más nuestro idioma, porque era natural de Filipinas. Nos mejoró los asientos, pero nos sugirió que el siguiente día (el del viaje) llegáramos unos quince minutos antes de la hora de partida, y trataría de complacernos más. Una muestra más de la amabilidad del pueblo malayo.
Era más de media tarde y habíamos sobrevivido con el desayuno, pero ya precisábamos comer algo en serio, por lo que acudimos a la zona de restaurantes, en la que tomamos platos locales, con el consabido arroz frito, que no estaba nada mal.
Y, cayendo ya la noche, regresamos a nuestro apartamento, con ganas de descansar, porque el día había resultado también muy apasionante.
Llevábamos en nuestras retinas y nuestros recuerdos tantas maravillas y preciosidades que habíamos acumulado en los Cameron Highlands.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Brinchang |
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