(3) Alquiler de automóvil (Dacia) y
desplazamiento por Brasov y Sibiu hasta Hateg y Serel.
Después de descansar en el hotel, y tras
un buen desayuno buffet, tomamos de nuevo el microbús que transportaba hasta el
aeropuerto, llevando nuevamente con nosotros todo el equipaje.
Una vez en el aeropuerto, resultó
complicado hallar el punto en el que la empresa del alquiler de automóviles
(KlassWagen) anunciaba la recogida de clientes para acercarlos a su oficina,
situada en un polígono residencial, a unos dos kilómetros al norte del
aeródromo.
Tan fue así, que hube de telefonear
varias veces a la empresa para saber del punto exacto, y como no entendiera
bien las informaciones, opté por tomar un taxi que me acercara a las oficinas
de alquiler.
La distancia era corta, y el taxista me
pidió treinta lei por el trayecto. No quise discutir, aunque era excesivo el
importe (sobre unos cinco euros), y de esta forma alcancé con mi esposa las
oficinas de KlassWagen.
Nada más llegar, pude comprobar la
buena organización de esta empresa (con detalles que hacían presumir sus raíces
alemanas), y bastó dar el apellido para que nos atendiera inmediatamente un
amable empleado.
Como la reserva del coche ya se había
hecho por Internet, bastó una firma, y en cinco minutos comprobamos que llegaba
un turismo marca “Dacia” (fabricación
en Rumanía), prácticamente nuevo -solo 600 kilómetros marcaba el contador- que nos satisfizo por su limpieza y buen estado.
en Rumanía), prácticamente nuevo -solo 600 kilómetros marcaba el contador- que nos satisfizo por su limpieza y buen estado.
Salimos ya a la carretera,
concretamente a la N-1/E60, en dirección norte, hacia Ploiesti y Brasov.
El firme de la carretera era un asfaltado normal hasta Ploiesti
se ofreció dos carriles en cada sentido.
Comenzó a llover con bastante
intensidad y hasta se nos obsequió con una impresionante tromba de granizo.
Una vez superado el desvío de Ploiesti,
como era domingo, el tráfico se hizo enorme, hasta el punto de circular casi “en
cola”, y especialmente, según nos acercamos a Sinaia, se fue produciendo una
paulatina retención, que en esta localidad ya fue atasco o parón. El principal motivo
era que la carretera atravesaba toda la villa por el centro, con pasos cebra,
semáforos, cruces, y demás
Con paciencia, y percatándonos de que
ya estábamos iniciando algo así como unas vacaciones, seguimos la ruta hacia
Brasov (quebrada, por las muchas curvas de carretera, subidas y bajadas).
A las dos horas y media habíamos
alcanzado Brasov y por su circulación de doble carril seguimos en dirección Sibiu, en medio de una
intermitente llovizna, y a la altura de Fagarasan nos detuvimos para tomar un
café y contemplar el
imponente macizo de los Cárpatos, cuyo paraje de Transfagarasan nos habíamos propuesto visitar durante nuestra estancia en Transilvania.
imponente macizo de los Cárpatos, cuyo paraje de Transfagarasan nos habíamos propuesto visitar durante nuestra estancia en Transilvania.
La
carretera hasta Sibiu, muy transitada, no nos presentó especiales problemas, y
a la salida de esta ciudad comprobamos con placer que la carretera A1 se transformaba
en una autopista, al más completo estilo de Europa Occidental, permitiéndonos
circular a ciento treinta kilómetros por hora.
El
trayecto desde Sibiu hasta las cercanías de Simeria, de donde la carretera E69
llevaba hacia Hateg, lo recorrimos cómodamente y en poco más de cuarenta
minutos ya estábamos en las proximidades de Pui.
Antes
de llegar a Pui vimos la indicación de Serel y por una carreterita con algunas
curvas fuimos progresando hasta el núcleo de población diseminada que a ambos
lados de la ruta integraba esta pequeña aldea, recostada sobre un riachuelo.
Lo que
resultó algo problemático fue hallar la casa de la familia Ierulescu, en la que
habíamos de alojarnos pues las diferentes entradas a cada casa o chalet
carecían de numeración.
Sabíamos
que por encima del terreno de la casa, en una loma oculta por la vegetación,
estaba situada la “Biserica Ortodoxa” (Iglesia Ortodoxa) pero el frondoso
bosque impedía su vista.
Así,
que llegamos hasta final de la carreterita y cuando ésta se terminó no tuve más
remedio que telefonear a Paula Ierulescu, pidiéndole información: ¡Estábamos
solamente a sesenta metros!
Por
tanto, en seguida llegamos hasta la casa, en cuyo portal nos esperaba Daniela,
la bella madre de Paula, quien acudió poco después para darnos la bienvenido.
Habíamos
arribado al primer destino programado, para conocer de forma directa la vida de
una familia rumana.
Continuaré
narrando.
SALVADOR
DE PEDRO BUENDÍA
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