Eran poco más de las
nueve y media de la mañana cuando nuestro coche híbrido (hasta el presente fidelísimo
en su rendimiento) enfilaba la V-21 en dirección a la Autovía Mudéjar (A23), por
la que recorrimos, sin demasiado tráfico, los casi doscientos kilómetros
hasta la comarca turolense de El Campo.
A la altura de
Torremocha comprobamos el abuso, ya casi usual, de las áreas de servicio en
esa y otras autovías, con mala atención y precios para ricos, pues por un café y
un café cortado servidos en vaso de papel, se nos cobró casi cinco euros; y por
un bocadillo de jamón se pedía nueve euros. Todo un abuso. Así están de
vacías...
A la altura de Monreal
del Campo, muy cerca de Torrijo del Campo (foto que sigue), pueblo de mis ancestros paternos,
desviamos por la carretera N211, que se dirige hasta el límite de la provincia
de Guadalajara, oteando una vez más la pobreza de los campos apenas sembrados
de enjuto cereal, salpicados de alguna plantación de diminutos y casi secos girasoles.
Seguimos por Molina de
Aragón (dícese que es la población más fría de España) para en Alcolea del
Pinar hallar la Autovía del Nordeste (A2), que seguimos hasta Medinaceli, punto
en el que derivamos a la Autovía A15, de la que salimos a la carretera
autonómica CL 116, que nos dirigió al Burgo de Osma, importante población de
tradición episcopal (actualmente sigue siendo sede catedral de la diócesis de
Osma-Soria), y por la carreterita SO-220 llegamos a la población de Ucero,
recoleta y pintoresca; y en uno de los márgenes de la carretera comimos unos
platos de bacalao bastante sabrosos, sorprendiéndonos los muchos clientes y
viajeros que ansiaban almorzar, sin duda por la proximidad del Cañón del Río
Lobos.
La comida reparadora fue
seguida del paso por la ruta al Cañón del Río Lobos, siempre enorme, majestuoso
e impresionante, que inclusive desde la carretera luce atractivo.
(El Parque Natural Cañón del Río Lobos, ubicado en las provincias de Soria y Burgos, está considerado como uno de los paisajes más bellos de España por la espectacularidad de su relieve, un singular espacio sobre el eje de un profundo cañón de escarpados farallones En su interior destacan extensos bosques de sabinas y pino laricio, además de su riqueza faunística, destacando las parejas de buitres leonados, siendo importante reserva de esta especie, águilas reales, alimoches y halcones. Entre los mamíferos abundan los corzos, jabalíes, ardillas, nutrias, tejones y gatos monteses.
Un lugar donde hacer un hermoso
recorrido a pie, entre paisajes, a la ermita de San Bartolomé, uno de los
enclaves más importantes -y sorprendente en su entorno- de la orden de los
caballeros templarios, a partir de la cual se puede contemplar este cañón en
todo su esplendor; acompañados en el camino por el río Lobos, con nenúfares
flotantes, aguas que aparecen y desaparecen intrigando al caminante. Sin duda,
una belleza sin palabras, que solo se descubre en su visita.)
Nuestro camino siguió hasta San Leonardo de Yagüe (apellido de la estirpe a la que perteneció el general que intervino en la guerra civil española, en el bando franquista, lo que ha motivado que el ayuntamiento izquierdista haya intentado eliminarlo del nomenclátor, lo que los habitantes han impedido casi por unanimidad).
En esta población retomamos la N234 (de Sagunto a Burgos), por la que llegamos a la capital castellana, que circunvalamos en dirección a Osorno, siguiendo la A231, hasta enlazar con la A-67, que llega a Aguilar de Campóo, punto de desvío hacia nuestro proyectado destino final por el día: Cervera de Pisuerga.
En llegando a Cervera no fue complicado hallar nuestro reservado alojamiento, el Hotel rústico Peñalabra, situado en la carretera interior, junto al río Pisuerga, que ofrecía un buen aspecto exterior, y donde nos refrescamos un poco antes de dar una vuelta por la población (con bastante gente en las calles, y muchos con pinta de turistas nacionales).
El hotel estaba muy cuidado, limpio y con todas las precauciones ante la pandemia, con la habitación pequeña pero con buen aspecto. Bien, en general.
Hacía algo de calor y tratamos de
pasear junto al Pisuerga, dirigiéndonos a un camping con cafetería situado a
unos mil quinientos metros, donde picamos algo (casi no teníamos apetito
después de la buena comida en Ucero).
El paseo sirvió para dejarnos en la
cama con ganas de dormir, y ánimos de reposar para la siguiente etapa por
Cantabria y Asturias.
Los casi seiscientos kilómetros recorridos
habían sido la puerta de nuestras vacaciones.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
No hay comentarios:
Publicar un comentario