Mojácar es una ciudad y un municipio español de la provincia de Almería, en la comunidad autónoma de Andalucía, situado en la comarca del Levante Almeriense y a 90 km de la capital provincial, Almería. En el año 2012 contaba con una población de 8173 habitantes (INE), distribuidos en una superficie de 72 km², lo cual da una densidad de población de 113,51 hab/km².
Desde enero de 2013, Mojácar forma parte de la red Los pueblos más bonitos de España.
Situación
La ciudad de Mojácar está situada en la parte oriental de la provincia de Almería dentro de la comarca del Levante Almeriense a una altitud de 152 msnm. Su término municipal tiene una superficie de 72 km² y limita al norte con los municipios de Garrucha y Vera, al este con el mar Mediterráneo, al sur con el municipio de Carboneras y al oeste con el de Turre.
Historia
Mojácar ha sido habitada por numerosos y variados pueblos desde la antigüedad. Poblada desde la Edad del Bronce alrededor de 2000 a. C., los comerciantes fenicios y cartagineses llegaron a servir a las comunidades en crecimiento. Bajo el dominio griego, estos crearon un asentamiento llamado Murgis-Akra, palabra de la que derivaría luego, tras ser latinizada, el nombre Moxacar , luego, el de Muxacra moros y finalmente el nombre actual de Mojácar. Los musulmanes del
norte de África se establecieron en España en el siglo VIII y la provincia de Almería se convirtió en la autoridad del Califato de Damasco, gobernando, más tarde, desde Córdoba . Bajo este segundo dominio, Mojácar creció rápidamente en tamaño e importancia. Con la coronación de Mohamed I de Córdoba, en Granada, Mojácar y sus tierras fueron incorporadas al sultanato nazarí, y la ciudad se encontró con las fuerzas cristianas en el este. Se construyeron o reforzaron Atalayas y fortalezas durante el siglo XIV, que sin embargo hicieron poco para disuadir a las incursiones cristianas y feroces batallas como el hecho de sangre de 1435, donde gran parte de la población de Mojácar se sometió a la guerra. El 10 de junio de 1488, los líderes de la región acordaron someter a las fuerzas cristianas, aunque el alcaide de Mojácar se negó a asistir, teniendo en cuenta que su pueblo ya era español. En ese momento se produjo la reunión conocida como árabe de Mojácar, donde se acordó un pacto de libre asociación entre musulmanes, judíos y cristianos. Mojácar, una vez más comenzó a expandirse hasta principios del siglo XVIII, cuando el censo de la época registró 10.000 personas. A mediados del siglo XIX, Mojácar comenzó un nuevo período de decadencia. Los registros del estado revelan que varias sequías severas provocaron esta caída de la ciudad, con la consiguiente emigración hacia el norte de España, Europa y América del Sur. La despoblación de Mojácar estaba alcanzando proporciones preocupantes hasta la década de 1960 cuando el turismo empezó a invertir la tendencia.
Demografía
El municipio de Mojácar contaba en el año 2012 con una población de 8173 habitantes. La población está concentrada en la ciudad de Mojácar (1759 habitantes), a 2,5 km del mar, y en las nuevas urbanizaciones del litoral, designadas en conjunto como Mojácar Playa (6054 habitantes), que se extienden a lo largo de un tramo de costa de 7,5 km.
Curiosidades
Según una leyenda urbana, Walt Disney no habría nacido en Chicago, sino en Mojácar (Almería), hijo ilegítimo de un médico y una lavandera. La supuesta madre habría emigrado a los Estados Unidos, donde habría dado a su hijo en adopción a la pareja formada por Elias y Flora Disney. Según esto, el verdadero nombre de Walter Disney habría sido José Guirao Zamora. Supuestamente, en los años 40, unos enviados de Disney habrían estado en Mojácar haciendo comprobaciones en los archivos parroquiales de la localidad.
(De Wikipedia y otras fuentes)
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Gastronomía de Garrucha
Garrucha es una zona donde existen variedades de preparaciones con pescado. Sus gambas rojas y los pescados de roca son verdaderos manjares: el gallopedro, gallineta, pargo, mero, suelen prepararse con vino blanco y aceite de oliva.
El guiso marinero, preparado con rape, emperador o caballa con almendras, ajos y pan fritos y su vinillo, nos enseña la cara gastronómica de toda una tradición de mar.
Otras delicias son: arroz a la garruchera, caldo en blanco, cazuela de fideos, arroz a banda, cuajadera, pimentón con chupaeros y tortas de avío.
(De Wikipedia y otras fuentes)
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El gallopedro o
pez de San Pedro se captura todo el año y nunca en particular. De facciones
enjutas, prominentes y afiladas, su carne nívea, fina y sabrosa recuerda a la
del rodaballo o el lenguado. Habita generalmente en fondos rocosos, vegetales o
arenosos de los 10 a los 200 metros, gusta enterrarse en la arena, nada torpemente
y ladeado, forma grupos poco numerosos, acecha peces pequeños, y posee una boca
protráctil o capaz de proyectarse y crear con su ágil mandíbula inferior una
corriente aspiradora de las presas.
De color gris plateado, luce una gran mancha negra en cada costado. Las primeras espinas dorsales son muy largas, y cuando está recién pescado es uno de los peces más vistosos, debido en buena parte a sus largas espinas encrespadas y sus brillantes tonos de color, que va perdiendo a medida que pasan las horas.
Tiene el inconveniente de que no todo es aprovechable: casi todo el peso del pez se lo llevan las espinas y la cabeza. Los ejemplares grandes se preparan en filetes y al horno, teniendo siempre en cuenta la merma que sufren al limpiarlo. Con los más pequeños se cocinan buenas sopas, como la bullabesa, y con sus despojos se preparan jugosos caldos para hacer salsas.
Nombrado también San Martín, San Martiño y gallo San Pedro, la voz popular se hace eco de que estando el santo apóstol pescando, atrapó un hermoso pez que llevaba una moneda en la boca. Agradecido porque estaba en apuros económicos, lo devolvió al mar y dejó impresas las manchas que luce en sus costados.
En las pescaderías se encuentran desde los que pesan un cuarto de kilo a más de tres; una vez despojado de los vistosos atributos exteriores, el peso sufre una considerable disminución.
Procúrelo limpio y cortado, llévelo al horno con un sofrito de ajo y oliva, y dese el gusto. El gallopedro se ofrece también por piezas, y se prepara en rodajitas, frito con ajos tiernos o entero a la plancha.
Además de admitir las mismas preparaciones que los mal llamados peces nobles –esencialmente lenguados, merluzas, lubinas, doradas, besugos y rodaballos–, deja en el paladar el recuerdo de una carne firme y delicada, jugosa, amariscada, intensamente aromática y sabrosa.
De color gris plateado, luce una gran mancha negra en cada costado. Las primeras espinas dorsales son muy largas, y cuando está recién pescado es uno de los peces más vistosos, debido en buena parte a sus largas espinas encrespadas y sus brillantes tonos de color, que va perdiendo a medida que pasan las horas.
Tiene el inconveniente de que no todo es aprovechable: casi todo el peso del pez se lo llevan las espinas y la cabeza. Los ejemplares grandes se preparan en filetes y al horno, teniendo siempre en cuenta la merma que sufren al limpiarlo. Con los más pequeños se cocinan buenas sopas, como la bullabesa, y con sus despojos se preparan jugosos caldos para hacer salsas.
Nombrado también San Martín, San Martiño y gallo San Pedro, la voz popular se hace eco de que estando el santo apóstol pescando, atrapó un hermoso pez que llevaba una moneda en la boca. Agradecido porque estaba en apuros económicos, lo devolvió al mar y dejó impresas las manchas que luce en sus costados.
En las pescaderías se encuentran desde los que pesan un cuarto de kilo a más de tres; una vez despojado de los vistosos atributos exteriores, el peso sufre una considerable disminución.
Procúrelo limpio y cortado, llévelo al horno con un sofrito de ajo y oliva, y dese el gusto. El gallopedro se ofrece también por piezas, y se prepara en rodajitas, frito con ajos tiernos o entero a la plancha.
Además de admitir las mismas preparaciones que los mal llamados peces nobles –esencialmente lenguados, merluzas, lubinas, doradas, besugos y rodaballos–, deja en el paladar el recuerdo de una carne firme y delicada, jugosa, amariscada, intensamente aromática y sabrosa.
( De “La Verdad” y otras fuentes)
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Hace varios años experimenté la posibilidad de
viajar en las fechas alrededor de las celebraciones navideñas, como medio de
vivir “de otra manera” esos días de tanta raigambre familiar, al tiempo de
conocer otros ambientes y lugares.
En este mismo blog podrá el lector hallar relatos y
experiencias sobre viajes al Norte de Italia; a Ucrania; a Francia; y al Sur de
Italia.
Y después de varios años de celebración en Valencia
con la gran familia, mi esposa y yo decidimos este año retornar a nuestros
hábitos viajeros, desplazándonos por carretera en nuestro cómodo y útil automóvil
híbrido, a lugares poco visitados por nosotros.
Ideamos de esta manera llegar desde Valencia hasta
la costa Este de
Almería, para, desde el cabo de Gata, iniciar un recorrido que nos llevara al otro extremo del sur de la península ibérica, concretamente, al cabo de San Vicente, en el Algarve portugués.
Almería, para, desde el cabo de Gata, iniciar un recorrido que nos llevara al otro extremo del sur de la península ibérica, concretamente, al cabo de San Vicente, en el Algarve portugués.
El viaje desde Valencia hasta Mojácar resulta
cómodo, porque la autovía A-7 (no se confunda con la AP-7, que es de peaje)
lleva desde la capital del Turia hasta la bella población costera almeriense,
en algo así como cuatro horas.
En ese recorrido, pasando por Alcoy, Alicante,
Murcia, Puerto Lumbreras y Vera, siempre se encuentra un restaurante de carretera en el
que comer a precio módico, y tomar un café mientras se descansa algo.
Y de esta guisa, alrededor de las seis de la tarde,
ya estábamos en la playa de Mojácar, frente a un mar Mediterráneo bravío en
esta ocasión y bajo un cielo encapotado que bien aireaba un fuerte ventarrón
del norte.
Nos alojamos en un hostal en primera línea de playa,
sencillo, pero bastante nuevo, en el que la sencillez y limpieza potenciaban
más aún su precio económico, y tras reposar un poco, emprendimos una caminata
bordeando la carretera que limita la playa, hasta el centro comercial que marca
la intersección con la carretera que asciende a Mojácar pueblo. Un recorrido de
unos cuatro o cinco kilómetros, ida y vuelta, que abrió nuestro apetito, y así
nos desplazamos en coche, claro, hasta la vecina población de Garrucha, al
norte, a unos cinco kilómetros, donde ya nos resulta tradicional degustar en un
restaurante situado dentro del puerto pesquero, unas gambas rojas que son inigualables,
por lo deliciosas, y un gallopedro, extraño pescado cuya cabeza se come frita y
el resto a la plancha u horneado.
Un buen vino blanco de Andalucía regó esa sana y
delicada cena, que fue nuestra introducción a unos días de tranquilidad y
descanso, que así se prometían los venideros, y que seguiré narrando poco a
poco.
Decidimos dedicar un día más relajado a la zona del Cabo
de Gata y Níjar, interesante parque natural en el que se alternan las áridas y
arcillosas tierras con maravillosas vistas marítimas, y de esta manera nos
dimos una vuelta hacia el sur, por Carboneras, Agua Amarga y Las Negras,
llegando a la bella cala de San José –ya en las inmediaciones del cabo— por medio
de chumberas y piteras (los magüey mejicanos y aloe vera tan cotizados) para
acabar la jornada paseando por las
alturas de la siempre bella y entrañable población de Mojácar, con sus empinadas y recoletas callejas de intrínseco sabor árabe.
alturas de la siempre bella y entrañable población de Mojácar, con sus empinadas y recoletas callejas de intrínseco sabor árabe.
Y fue en Mojácar donde hallamos la primera sorpresa
de nuestro viaje, porque un amable vecino nos informó que caída la tarde iba a
celebrarse en la iglesia parroquial un concierto de la banda de música de la
población, que, por lo que supimos después, apoya sin límites el Ayuntamiento
de la ciudad.
Por eso nos plantamos en la iglesia, que se llenó a
rebosar, y tuvimos el placer de escuchar a una sesentena de jóvenes músicos
interpretar con muy buena calidad piezas de ilustres compositores, destacando
un precioso vals de Sostakovich.
Digno epílogo a un día repleto de bellezas y bonitas
sensaciones.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Pareces Marco Polo, y me agrada tu crónica andaluzo-portuguesa, que envidia me das, ya que para mi un pueblo de mas gratos recuerdos que Mojacar en Andalucia, es Arriate. Un abrazo
ResponderEliminarHOLA ÁNGEL. NO ME ACLARO EN ENVIAR LOS COMENTARIOS Y LO HAGO AQUÍ. ESA MISMA RUTA LA HEMOS HECHO NOSOTROS Y GUARDO UN GRAN RECUERDO TURÍSTICO-GASTRONÓMICO DE LA MISMA . ME ENCANTA DMITRI SHOSTAKOVICH. SEGURO QUE TE REFIERES AL VALS Nº 2 DE LA SUITE JAZZ Nº 2. ANDRÉ RIEU. ES LA SINTONÍA DEL PROGRAMA DE RNE "JUNTOS PASO A PASO".UN ABRAZO.RAFA.
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