Dulce, similar al panettone o panquemado, llamado "Paska" |
Y llegó el domingo de
Pascua, con las gentes visitando las iglesias durante la madrugada, porque el
sábado y durante la vigilia pascual se bendice por el
sacerdote los alimentos que se comerán el Domingo de Pascua.
La celebración de este día comienza con la lectura de los maitines de la Resurrección; y el saludo tradicional de la jornada es: “Jrestos Voskres” (“Cristo ha resucitado”) y se responde: “Voïstenu Voskres” (“Realmente ha resucitado”).
La celebración de este día comienza con la lectura de los maitines de la Resurrección; y el saludo tradicional de la jornada es: “Jrestos Voskres” (“Cristo ha resucitado”) y se responde: “Voïstenu Voskres” (“Realmente ha resucitado”).
Cuando
finaliza la Liturgia del Domingo de Pascua, el sacerdote bendice el pan, similar al panquemado o pannettone ("Paska"), que se
repartirá ese mismo domingo. Al regresar de la iglesia a los
hogares, cada cabeza de familia debe rodear tres veces su casa y establos, para
llenar todo el alrededor de la beatitud de la Resurrección. Después entra al
hogar, en el que bendice a la familia con estas palabras: “¡Cristo ha
resucitado! Con la
resurrección de Cristo deseo a todos los presentes suerte, salud, mucha alegría y buenaventura”.
resurrección de Cristo deseo a todos los presentes suerte, salud, mucha alegría y buenaventura”.
Realizado este acto, se coloca el cesto con la comida
bendecida en la sala principal de la propia casa, frente a los iconos o cuadros
de santos. Es esa comida la que el jefe de la familia (en la que debe estar
todo el clan, desde abuelos, tíos, tías, primas, primas hasta nietos)
compartirá con todos los presentes durante el almuerzo pascual.
Algo para destacar del festejo religioso son algunas
actividades llevadas a cabo por los varones, por un lado, y las muchachas, por
el otro. Los primeros realizan los “Véyi”,
torres armadas por ellos subiéndose cada uno sobre la espalda del otro. Y las
segundas se encargan de las “Hahilke”,
cantos entonados por ellas mismas, que incluyen bailes suaves y alegres.
El domingo que le sigue al
de Pascua se lo considera el domingo de la despedida o “Providná Nedila”, en
el cual, según creencias populares, los muertos, que habían
venido a celebrar con la familia la Pascua de Resurrección, regresan a su camino.
Hasta aquí la tradición que mucha gente cumple.
En nuestro caso, con una nietecita de apenas dos
semanas de vida, preferimos quedar el sábado noche en casa con sus padres, y al siguiente día desayunamos juntos felicitándonos la Pascua. Y comimos la "Paska", por supuesto.
Más tarde salimos de nuestra residencia y nos
dirigimos hacia Kiev, donde recogimos a la Dra. Elena, nuestra madrina de boda,
y a la Dra. Galyna, otra buena amiga, para dirigirnos a la zona de Osokorky, al
otro margen del río Dniéper, donde en su preciosa dacha (chalet) nos esperaba
la profesora Ludmila, con su esposo, el profesor Dmitrij Mykolaevich, y su hijo
Alexander (Sasha) con su esposa, la profesora Elena.
Allí contemplamos ya al entrar al salón o estancia principal de la casa, la repleta mesa con alimentos de
toda clase, tales como muy diversas ensaladas, platos
de carne, huevos cocidos
y pintados (tradición ucraniana en todas las casas), fiambres y embutidos, gelatinas, etcétera y una abundancia
de bebidas, entre las que destacaba el vodka, aunque no faltaba el
coñac, ni el
vino de varias clases, más zumos. En fin, todo un espectáculo de
abundancia y
celebración.
Al rato llegó el Dr. Volodymir con su esposa, Larysa, y
esa decena de congregados comenzamos a degustar las delicias culinarias preparadas, no sin un previo
brindis cada rato.
Resultó especialmente emotivo el primero, de la
Profesora Ludmila, quien ofreció la bebida y brindó “por la paz”. Del mundo, de la
nación, de la ciudad, de las familias, deseando se extienda por el doquier,
precisamente en el Día de Pascua, precisamente en ese día en el que –recalcó con
emoción no exenta de indignación— los tanques rusos estaban invadiendo otra vez la parte
del este de Ucrania.
Y siguieron los brindis: por los amigos; por los
anfitriones; por los invitados; por las mujeres; por todo aquello o aquel que o a quien
se deseaba con buena voluntad.
A la comida se agregó una especie de arroz de mariscos
que la anfitriona denominó como “paella ucraniana”, y que, aunque demasiado
cocido, denotaba un buen sabor.
Siguieron los dulces y la charla, prolongada charla, en la que la amistad y la camaradería acogieron a los dos nietos de la anfitriona, Dima (Dmitrij) y Vova (Volodimyr), que llegaron a tiempo de compartir mesa y
mantel y de ilustrarnos sobre sus actividades profesionales, ambos
trabajando en destacados empleos con buena retribución, pese a su
juventud.
Tras las conversas en torno a la mesa, un paseo por el
jardín, contando y repasando nuevas y viejas historias, y especialmente Tamara, mi
esposa, relatando a las amigas novedades de España y de nuestra familia, hasta
que se pensó en la merienda, en la que frutas y dulces acompañaron una nueva
tertulia sobre las naciones, sus libertades y sus gobernantes, con un nivel
intelectual que resultó muy interesante.
Comenzaba a caer la tarde cuando regresamos hacia Kiev
y dejamos en sus respectivos domicilios a nuestras viajeras, Elena y Galyna,
para retornar a Vyshgorod, donde hallamos la sorpresa de que nuestra nietecita
había salido para dar su primer paseo al aire libre con sus papás, del que
regresó con una carita coloreada por el buen sol y buena temperatura que imperaban.
Había resultado, en verdad, un día magnífico, como tantos
otros que ya habíamos disfrutado años ha, pero en esta ocasión con nuevos
elementos de goce, y con el contraste de que una guerra provocada por el ansia
imperialista del loco presidente ruso no había logrado mermar el espíritu
religioso y convivencial de un pueblo que, como el ucraniano, merece mucho más
que la avaricia de su vecino del norte y la tibieza de apoyo del grupo europeo,
sin capacidad de reacción ante la agresión.
Como la gente se felicitaba, Cristo había resucitado, pero se nos antojó que Ucrania y sus gentes aún estarían obligadas a sufrir
mucha Pasión, si es que lograban sobrevivir a tantos dislates políticos y
sociales.
Tanto que en este escrito repetimos, deseándolo a los
lectores:
“Jrestos Voskres” (“Cristo ha
resucitado”) y “Voïstenu Voskres”
(“Realmente resucitó”).
SALVADOR
DE PEDRO BUENDÍA
Tus escritos me hacen sentir a Ucrania como algo propio. Destilas cariño al describirla.
ResponderEliminarGracias, Luis.
ResponderEliminarNo en vano eché allí muchas de mis raíces.
No lo había podido leer hasta ahora, pero he disfrutado mucho. “Jrestos Voskres” con retraso (pero seguro)
ResponderEliminarMucho te agradezco, Jorge, que desde Nueva York encuentres un minuto para tu comentario.
ResponderEliminarCiertamente la Pascua en Ucrania ofrece dimensiones que tal vez deberíamos recuperar en lo que llamamos "Occidente".
Un abrazo,