THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA

THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA
La magnificencia del paisaje en The Monument Valley, la belleza del entorno, las reminiscencias de un pasado de tantos y tantos viajeros que cruzaron el Far West, protagonizando aventuras míticas entre las tribus indias y buscando un futuro mejor...Y al igual que esa ruta invita a seguir hasta más allá del horizonte, hasta el infinito, el Monument Valley, suscitando mil experiencias viajeras y recuerdos, se convierte en el icono de este blog que pretende rememorar las emociones y experiencias del conocimiento de nuevas tierras, nuevas culturas y nuevas gentes. Sin descartar que invada la nostalgia evocando vivencias personales de épocas ya pasadas pero nunca olvidadas.

lunes, 13 de abril de 2015

PASCUA EN UCRANIA: Impresiones y experiencias de un país en guerra que aún conserva su pulso vital.- IV.- El día de Pascua es celebrado con acento religioso y sentido familiar y de amistad


Dulce, similar al panettone o panquemado,
llamado "Paska"




Y llegó el domingo de Pascua, con las gentes visitando las iglesias durante la madrugada, porque el sábado y durante la vigilia pascual se bendice por el sacerdote los alimentos que se comerán el Domingo de Pascua
La celebración de este día comienza con la lectura de los maitines de la Resurrección; y el saludo tradicional de la jornada es: “Jrestos Voskres” (“Cristo ha resucitado”) y se responde: “Voïstenu Voskres” (“Realmente ha resucitado”).
Cuando finaliza la Liturgia del Domingo de Pascua, el sacerdote bendice el pan, similar al panquemado o pannettone ("Paska"), que se repartirá ese mismo domingo. Al regresar de la iglesia a los hogares, cada cabeza de familia debe rodear tres veces su casa y establos, para llenar todo el alrededor de la beatitud de la Resurrección. Después entra al hogar, en el que bendice a la familia con estas palabras: “¡Cristo ha resucitado! Con la
resurrección de Cristo deseo a todos los presentes suerte, salud, mucha alegría y buenaventura”.

Realizado este acto, se coloca el cesto con la comida bendecida en la sala principal de la propia casa, frente a los iconos o cuadros de santos. Es esa comida la que el jefe de la familia (en la que debe estar todo el clan, desde abuelos, tíos, tías, primas, primas hasta nietos) compartirá con todos los presentes durante el almuerzo pascual.

Algo para destacar del festejo religioso son algunas actividades llevadas a cabo por los varones, por un lado, y las muchachas, por el otro. Los primeros realizan los “Véyi”, torres armadas por ellos subiéndose cada uno sobre la espalda del otro. Y las segundas se encargan de las “Hahilke”, cantos entonados por ellas mismas, que incluyen bailes suaves y alegres.

El domingo que le sigue al de Pascua se lo considera el domingo de la despedida o Providná Nedila”, en el cual, según creencias populares, los muertos, que habían venido a celebrar con la familia la Pascua de Resurrección, regresan a su camino.

Hasta aquí la tradición que mucha gente cumple.

En nuestro caso, con una nietecita de apenas dos semanas de vida, preferimos quedar el sábado noche en casa con sus padres, y al siguiente día desayunamos juntos felicitándonos la Pascua. Y comimos la "Paska", por supuesto.

Más tarde salimos de nuestra residencia y nos dirigimos hacia Kiev, donde recogimos a la Dra. Elena, nuestra madrina de boda, y a la Dra. Galyna, otra buena amiga, para dirigirnos a la zona de Osokorky, al otro margen del río Dniéper, donde en su preciosa dacha (chalet) nos esperaba la profesora Ludmila, con su esposo, el profesor Dmitrij Mykolaevich, y su hijo Alexander (Sasha) con su esposa, la profesora Elena.

Allí contemplamos ya al entrar al salón o estancia principal de la casa, la repleta mesa con alimentos de toda clase, tales como muy diversas ensaladas, platos de carne, huevos cocidos y pintados (tradición ucraniana en todas las casas), fiambres y embutidos, gelatinas, etcétera y una abundancia de bebidas, entre las que destacaba el vodka, aunque no faltaba el coñac, ni el vino de varias clases, más zumos. En fin, todo un espectáculo de abundancia y celebración.
Al rato llegó el Dr. Volodymir con su esposa, Larysa, y esa decena de congregados comenzamos a degustar las delicias culinarias preparadas, no sin un previo brindis cada rato.

Resultó especialmente emotivo el primero, de la Profesora Ludmila, quien ofreció la bebida y brindó “por la paz”. Del mundo, de la nación, de la ciudad, de las familias, deseando se extienda por el doquier, precisamente en el Día de Pascua, precisamente en ese día en el que –recalcó con emoción no exenta de indignación— los tanques rusos estaban invadiendo otra vez la parte del este de Ucrania.

Y siguieron los brindis: por los amigos; por los anfitriones; por los invitados; por las mujeres; por todo aquello o aquel que o a quien se deseaba con buena voluntad.

A la comida se agregó una especie de arroz de mariscos que la anfitriona denominó como “paella ucraniana”, y que, aunque demasiado cocido, denotaba un buen sabor.
Siguieron los dulces y la charla, prolongada charla, en la que la amistad y la camaradería acogieron a los dos nietos de la anfitriona, Dima (Dmitrij) y Vova (Volodimyr), que llegaron a tiempo de compartir mesa y mantel y de ilustrarnos sobre sus actividades profesionales, ambos trabajando en destacados empleos con buena retribución, pese a su juventud.

Tras las conversas en torno a la mesa, un paseo por el jardín, contando y repasando nuevas y viejas historias, y especialmente Tamara, mi esposa, relatando a las amigas novedades de España y de nuestra familia, hasta que se pensó en la merienda, en la que frutas y dulces acompañaron una nueva tertulia sobre las naciones, sus libertades y sus gobernantes, con un nivel intelectual que resultó muy interesante.

Comenzaba a caer la tarde cuando regresamos hacia Kiev y dejamos en sus respectivos domicilios a nuestras viajeras, Elena y Galyna, para retornar a Vyshgorod, donde hallamos la sorpresa de que nuestra nietecita había salido para dar su primer paseo al aire libre con sus papás, del que regresó con una carita coloreada por el buen sol y buena temperatura que imperaban.

Había resultado, en verdad, un día magnífico, como tantos otros que ya habíamos disfrutado años ha, pero en esta ocasión con nuevos elementos de goce, y con el contraste de que una guerra provocada por el ansia imperialista del loco presidente ruso no había logrado mermar el espíritu religioso y convivencial de un pueblo que, como el ucraniano, merece mucho más que la avaricia de su vecino del norte y la tibieza de apoyo del grupo europeo, sin capacidad de reacción ante la agresión.

Como la gente se felicitaba, Cristo había resucitado, pero se nos antojó que Ucrania y sus gentes aún estarían obligadas a sufrir mucha Pasión, si es que lograban sobrevivir a tantos dislates políticos y sociales.

En fin, la Pascua había llegado, y nosotros la habíamos disfrutado de veras.

Tanto que en este escrito repetimos, deseándolo a los lectores:

“Jrestos Voskres” (“Cristo ha resucitado”) y “Voïstenu Voskres” (“Realmente resucitó”).

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA 

4 comentarios:

  1. Tus escritos me hacen sentir a Ucrania como algo propio. Destilas cariño al describirla.

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  2. Gracias, Luis.
    No en vano eché allí muchas de mis raíces.

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  3. No lo había podido leer hasta ahora, pero he disfrutado mucho. “Jrestos Voskres” con retraso (pero seguro)

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  4. Mucho te agradezco, Jorge, que desde Nueva York encuentres un minuto para tu comentario.
    Ciertamente la Pascua en Ucrania ofrece dimensiones que tal vez deberíamos recuperar en lo que llamamos "Occidente".
    Un abrazo,

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