Una celebración, degustación de pescado y visita a Playa Blanca,
bodegas en Uga y al palmeral y mirador de Haría
El tercer día de nuestra estancia
en Lanzarote (cuarto si se cuenta el de la llegada, al filo de la medianoche)
estuvo marcado por el acontecimiento especial de la celebración del cumpleaños
de mi esposa.
Todos los años hemos tenido una
especial celebración, pero en esta ocasión lejos de nuestro domicilio y
“solitos en pareja”, decidimos aprovechar el día.
Como una vez más el sol brillaba
esplendoroso y la temperatura era benigna (21 grados a mediodía, y por la noche
había sido de 17º), decidimos dirigirnos hacia el sur de Lanzarote, por el
Parque Natural de los Volcanes, pasando por Uga y Yaiza, para situarnos en
Playa Blanca, el complejo turístico más al sur (frente a Fuerteventura), que ha alcanzado unas dimensiones excesivas,
con cientos de urbanizaciones, multitud de hoteles y miles de casas tipo chalet
lanzaroteño.
Paseamos largamente junto al mar,
para dirigirnos después hacia el noroeste, a El Charco, y concretamente al
restaurante “La Lapa”, en el que la tarde anterior habíamos degustado unas
deliciosas lapas, en cuyo establecimiento proyectábamos comer.
Se nos atendió con la solicitud
de siempre y de la sugestiva carta escogimos unos buenos entrantes, de los que
destacó la morena ( una especie de
serpiente de mar cuya piel queda crujiente al ser frita) y una selección de
pescados de la isla, sirviéndosenos pejerrey, sama, cherne y bocinegro, tan
frescos como deliciosos, que regamos con un buen vino blanco local, de La
Geria.
Después del buen condumio, rematado con un delicioso mousse de gofio, en el que, claro está, brindamos por la salud y felicidad de la cumpleañera, reposamos un rato junto a la playa, encima de las rocas contra las que rompía el mar, y a continuación paramos en las bodegas de Uga, en una de las cuales entramos para conocer su presentación, aunque evitamos degustar el vino, ya que nos quedaban kilómetros por recorrer, y seguimos hacia el norte, por las LZ-30 y LZ-10, hasta alcanzar la localidad de Haría, situada en un bello enclave, con un Mirador que permite divisar una zona repleta de palmeras (cosa rara en una isla con tan poca vegetación arbórea), desde cuyo mirador nos deleitamos observando las islas del Norte, especialmente La Graciosa, y visionando la costa este, con las poblaciones de Arrieta y Playa Mujeres, y al oeste la zona de Las Bajas y Punta de Penedo, en las proximidades de La Caleta de Famara, a cuya playa finalmente fuimos para comprobar que abunda en arena normal y es lugar privilegiado para la práctica del surfismo.
De regreso a nuestro “hogar” de Muñique, pese al poco apetito, aún degustamos algo del pulpo a la gallega y no tardamos en buscar el descanso, porque el día había sido largo y repleto de vivencias.
Leer en la cama un buen rato fue la mejor antesala al sueño reparador que nos invadió para acabar la jornada.
SA SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
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