THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA

THE MONUMENT VALLEY, ARIZONA, USA
La magnificencia del paisaje en The Monument Valley, la belleza del entorno, las reminiscencias de un pasado de tantos y tantos viajeros que cruzaron el Far West, protagonizando aventuras míticas entre las tribus indias y buscando un futuro mejor...Y al igual que esa ruta invita a seguir hasta más allá del horizonte, hasta el infinito, el Monument Valley, suscitando mil experiencias viajeras y recuerdos, se convierte en el icono de este blog que pretende rememorar las emociones y experiencias del conocimiento de nuevas tierras, nuevas culturas y nuevas gentes. Sin descartar que invada la nostalgia evocando vivencias personales de épocas ya pasadas pero nunca olvidadas.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

PERIPLO POR EUROPA 2016.- IX (parte 2ª).- Mucho calor en Venecia, abrumados por la picaresca desvergonzada para con el turista

Como nos resistíamos a sentarnos en las mesas que había a la sombra en Piazza San Marco, nos acercamos hacia su frente en el Gran Canal, y hallamos una de las pérgolas situadas sobre el agua, que presentaba en su frente una especia de bancada de madera, en la que nos sentamos mientras bebíamos unas botellitas de agua fresca para mitigar la sed. Estuvimos un rato allí sentados, hasta que llegó un hombre mayor, con indumentaria y aspecto de gondolero, y nos dijo enfadado que aquello era privado, y que solamente si pagábamos podíamos estar allí. 
Osé preguntarle cuál era el precio por estar sentado y con mala cara respondió que solo pagando una hora de viaje en góndola podía facilitarnos el asiento. 
Al decirle que estabamos pensado si tomabamos la góndola, nos dijo como enfadado que nos fuéramos y volviéramos cuando lo hubiéramos decidido.Pura cortesía con el turista y posible cliente...
Y enfrente de nosotros, en la especie de escalones que servían de acceso a las arcadas de los edificios de pla plaza, había turistas, especialmente jóvenes, sentados mientras bebían algún refresco, y observamos que llegaban unas personas no uniformadas pero con unas camisolas de color naranja que lucían en su espalda la leyenda "PIAZZA SAN MARCO", y obligaban con energía a las gentes para que se levantaran. 
Les pregunté por qué no dejaban a los visitantes sentarse un poco y respondieron con malos modos: "Para eso están los bares de la plaza!". ¡Claro, a 16 euros la cerveza...!
Cuando nos reunimos con la parte joven de nuestro grupo, nos contaron lo caro que estaba todo, aunque ellos habían comido una buena pizza, a precio algo normal. ¡También les habían clavado con el llamado "coverto" (cubierto), que por lo visto se consideraba obligatorio. 
Pasamos por encima de lo que eran evidentes abusos, y con el vaporetto nos dirigimos a la isla de Murano, en la que, casi sin tiempo de abandonar el barco ya fuimos abordados y casi dirigidos cual ganado hacia una cercana factoría de vidrio soplado, en la que se nos hizo una demostración sobre su
elaboración, para después acosarnos los vendedores en la sala de exposiciones casi obligandonos a comprar, a precios que nos parecieron caros y excesivos, en comparación con los que artículos similares tienen en España.
Pese al calor fuimos caminando al rededor del canal de entrada y visitamos la iglesia del siglo IX, reformada en el XIII, dedicada a la virgen María y a San Donato, que ofrece unos antiguos y bellos mosaicos.
Seguimos paseando pese al agobio climático, hasta que decidimos regresar a plaza San Marco en un vaporetto que demoró una hora. 
Había caído la tarde y minorado algo el calor, pero nuestros pies ya estaban muy cansados, por lo que volvimos a separarnos para retornar cada pareja por su cuenta a casa. 
Y así, cuando llegamos mi esposa y yo mismo a la Piazza Roma, punto de partida de nuestro autobús, como era necesario tomar algo, nos sentamos en la terraza de una pizzería (la única) y pedimos una pizza "romana" y dos cervezas, previo indicar que se nos retirara de la mesa (porque no los queríamos) un manojo de "grissini" que estaban en el centro de la mesa. Así lo hizo un camarero cuando nos trajo la pizza solicitada. 
Pero cuando pedimos la cuenta, en esta aparecía como primera partida, "coverto" por 6 euros. Al decirle al encargado que ese concepto era incorrecto porque habíamos rehusado esos "grissini", nos dijo que no entendíamos nada, porque eso del "coverto" eran los impuestos, y que en Padova se cobraba un euro por turista, y en venecia los cobraban de esa manera. 
Al decirle que no aceptabamos la justificación, que era puro engaña, se negó a rectificar, por lo que hice simulacro de telefonear a la policía, momento en el que devolvió esos 6 euros, diciendo que todos los
turistas éramos unos "sinvergüenzas". 
Aún tuvo que oírse de mi boca la castiza expresión italiana de "¡mascalzone!", cuyo significado parece molesta bastante a quien se le llama así.
Volvimos a casa en al autobús, cansados e indignados de tanto abuso, y tomamos una ligera cena para irnos pronto a la cama.
El siguiente día avisamos para que vinieran a recogernos las llaves en nuestra salida, y acudió una atenta empleada de la agencia AirBnb, que rehusó revisar el estado de la casa (estaba todo en orden e impoluto) y salimos en dirección a Florencia. 
Habían pasado solamente dos horas cuando recibimos en el móvil un mensaje de la citada agencia diciéndonos que el propietario de la casa (desconocido e ignorado en su nombre) reclamaba 200 euros de indemnización porque la encimera presentaba --a su decir-- un rayado de un cuchillo. 
¡Si  ni siquiera la habíamos usado!. 
En vez de llamar lo que se merecía al autor del mensajito, al llegar a España ya formulamos la oportuna denuncia a la autoridad competente de turismo en Venecia. 
Comentandolo con un diplomático italiano de Madrid nos espetó: "!En Venecia ejerce y mucho, la Cosa Nostra". Vamos, lo que en nuestro país llamamos "facinerosos".
Quien tega oídos que oiga...como reza el refrán. 
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

PERIPLO POR EUROPA 2016.- IX (parte 1ª).- Mucho calor en Venecia, abrumados por la picaresca desvergonzada para con el turista

Después de haber descansado a satisfacción en la confortable casa de Mira, tomando un desayuno abundante que nos diera fuerzas y resistencia para la jornada que se avecinaba y presumíamos iba a ser pesada, nos llevamos la primera sorpresa desagradable de las que nos iban a llegar.
Se nos había anunciado que el autobús de la línea 53E tenía una parada enfrente de la casa, y que llevaba hasta la Piazza di Roma, en Venecia city, junto al Gran Canal.
Cierto que el autobús tenía una parada enfrente de la casa nuestra, PERO AL OTRO LADO DEL CANAL QUE HABÍA DELANTE, de manera que tuvimos que caminar más de un kilómetro y medio bordeando el canal, hasta encontrar un puente que nos
permitiera cruzarlo, y llegar a una parada de enfrente y en el otro margen. Por la mañana no hacía calor, por lo que no nos cansó el trayecto pero ya comenzamos a experimentar la doblez de la información.
El autobús circulaba con intervalos de unos veinte minutos, que es poco más o menos lo que hubimos de aguardar, y ya en él pasamos por Oriago, Mira y Malcontenta (aledaños de Venecia), y bordeando la zona de bases de cruceros, ya en medio de canales, llegamos a la Piazza di Roma, lugar de concentración de buses, desde la que un puente moderno, del inconfundible estilo Calatrava, permitía pasar a la otra orilla del Gran Canal..
Un atento policía municipal nos informó que aunque el puente era del arquitecto/ingeniero valenciano, se denominaba Ponte della Constituzione. 
No lo cruzamos, aunque de haberlo hecho
hubiéramos podido emprender la ruta a pie hasta la Piazza San Marco.
Optamos por dirigirnos a las cercanas taquillas de los vaporettos, y compramos unos tickets o billetes útiles por 24 horas, que nos podían permitir viajes sin fin y entrar a algunos palacios y museos.
Poco después llegó el barco de la línea 1, que navega --dícese que de forma más rápida que el de la línea 2-- por el Gran Canal hasta San Marco, y que iba atestado de viajeros, turistas de todas las nacionalidades, con el exotismo de los japoneses y negros americanos, incansables en sus filmaciones y fotografías.
El viaje en el vaporetto causó sorpresa y admiración a Pau, nuestro yerno, abrumado por la perspectiva de los palacios como arropando la magnífica vía acuática, de manera que se dedicó a hacer fotografías de todo, algo en lo que también incidimos sus acompañantes (pese a que ya conocíamos Venecia de anterior viaje), gozando a cada nueva vista y especialmente al pasar por debajo del puente Rialto y visionar las estaciones de góndolas y los canales pequeños que partían del grande, perpendiculares a los edificios, y se perdían hacia el
interior.
Al cabo de una media hora llegó el barco a uno de los múltiples embarcaderos de la Piazza San Marco, y allí al calor, que ya se incrementaba, se unió una turba de turistas, cual hormigas en procesión, que lo ocupaban todo, y especialmente la plaza, dando sensación de mayor agobio.
Decidimos que el sector joven de nuestro grupo se fuera por separado a descubrir Venecia, y mi esposa y yo quedamos para un recorrido más sosegado, que nos llevó por las callejas a muchos de lo pasos sobre canales y canalillos, en los que nos detuvimos muchas veces para comprobar la destreza con la que los gondoleros sortean las esquinas y guían sus embarcaciones valiéndose de un solo remo.
Como el calor aumentaba, y la humedad reinante lo hacía más molesto, pensamos en sentarnos de la terraza de alguna cafetería para beber algo fresco,
deteniéndonos finalmente en la plaza San Marco, aunque al comprobar los precios de una cerveza de barril si se tomaba en la mesa (16 Euros) buscamos un establecimiento más modesto y menos caro.
En la calle Larga S. Marco 654 hallamos una especie de tasquita llamada Caruti&Caruti, en la que aparecían en el expositor una especie de tapas.
Tomamos asiento en su interior y pedimos sendas cervezas al tiempo que una especie de albóndigas de bacalao y unas brochetas de surimi.
Tras consumir un café "piccolino", por lo exigüo,
pedimos la cuenta y en ésta tuvimos una nueva sorpresa sorpresa: Al importe de lo consumido (no barato) se adicionaba un concepto llamativo "servizio 12%". ¡Y se decía que el servicio estaba comprendido en los precios! Al preguntar, ni caso se nos hizo.
Sobre el tema de los recargos y cobros abusivos sin aviso íbamos a tener más sorpresas a lo largo del día, pero de ello comentaré en la siguiente parte de este capítulo. 
¡Y vaya calorazo que estábamos sufriendo!
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

lunes, 5 de septiembre de 2016

PERIPLO POR EUROPA 2016.- VIII.- De Pians a Mira, en Venecia, de atasco en atasco

Como tantas experiencias inolvidables en la vida, los días de estancia en Silvretta pasaron raudos, y nos hallamos ya en un sábado 27 de Agosto, en el que teníamos programado dejar el apartamento/casa de Pians, para consumar la siguiente etapa, que no era otra que llegar hasta la italiana Venecia. 
De esta manera, sin madrugar demasiado, recogimos nuestros equipajes, preparamos un ligero condumio (bocadillos con charcutería tirolesa) y cargamos el maletero de nuestro coche. 
Al momento de partir, la inefable María, nuestra anfitriona, apareció solícita para despedirnos, y nos recomendó que evitáramos ir a Italia por el Brenner Pass, o paso del Brenero, porque en fechas clave de principio y fin de vacaciones se suelen generar grandes atascos. 
No dimos demasiada importancia al consejo y salimos por la autor pista en dirección a Innsbruck. La vía no presentaba un tráfico especial, y al llegar al
cruce hacia Italia, tomamos la autopista hacia el Brenero. 
Ahí nos acordamos de nuestra anfitriona María, porque a los cuatro o cinco kilómetros de ascensión topamos con un taponazo de tráfico que nos tuvo detenidos un buen rato, y cuando se “desperezó” la circulación, lo hizo lentamente y a ratos, de manera que más de tres horas fueron necesarias para alcanzar la frontera italiana, tras la que siguió el atasco, con lentitud circulatoria hasta más allá de Trento. 
Cuando el tráfico se normalizó ya pudimos viajar a mayor velocidad y llegamos al cruce de Verona, en la autopista Milán-Venecia, que pareció bastante descongestionada, aunque antes de Padova volvió a
complicarse la circulación, forzándonos a demorar más de ocho horas en la arribada a nuestro destino, en cuyo trayecto nunca debimos de necesitar más de cuatro horas en condiciones normales. 
La casa de nuestro destino, situada en Mira, una población al suroeste de Venecia, estaba situada frente a un canal que derivaba de la ciudad de los canales, y cuando llegamos ya nos estaba esperando la empleada de la agencia que se ocupaba de los alquileres, quien nos facilitó el acceso. 
La casa era bastante nueva, de dos pisos, y con una amplia zona verde posterior, con muebles y dotación de bastante calidad, y en general confortable, aunque con un solo baño para los cuatro viajeros que éramos. 
Nos relajamos preparando una ligera colación como
cena, y bastante pronto nos fuimos a la cama, porque el siguiente día pretendíamos visitar Venecia, y por el calor reinante ya se adivinaba un día difícil.
Y así pasamos el día de cambio de país, de atasco en atasco y del frío y límpido aire del Tirol, al calor húmedo de la zona cercana al mar que albergaba Venecia. 
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

domingo, 4 de septiembre de 2016

PERIPLO POR EUROPA 2016.- VII.- Cruzar las montañas desde Ischgl hasta Samnaum, en Suiza

En nuestras excursiones y caminatas por los Alpes de Silvretta habíamos ido recogiendo información de excursionistas de todas las nacionalidades sobre itinerarios interesantes, y una sugerencia que nos interesó se refería atravesar la cadena montañosa austríaca, hasta llegar a Suiza, concretamente a la localidad de Samnaum.
Hasta dimos con un folleto de los muchos e interesantes que edita Silvretta Card, en el que con el título “Engadin Samnaum” se insertaba un mapa de las montañas y los remontes a seguir desde Ischgl.
Esta vez tomamos el coche para llegar antes al aparcamiento de los Silvrettabahn 1 y 2 (los telecabinas de 323 y 638 metros de recorrido sucesivo, superando unas altitudes de 1.954 y 1.984 metros, respectivamente), hasta llegar a Idalp, a 2.320 metros de altitud –donde hay un buen y adecuado restaurante self-service con cafetería y vistas panorámicas increíbles--, y desde el fin del telecabina alcanzar en descenso suave el telesilla Idjochbahn, o B3, que a lo largo de 461 metros, eleva 1.797 metros, hasta una altura de 2.797 metros, la superior de todo el recorrido.
En el traslado caminando de un remonte al otro, se notaba como una especie de disnea que no llegaba a ahogo (para los menos iniciados, como quien
escribe), pero que hacía sentir de veras la montaña, al igual que las cremas de protección solar de las féminas pugnaban por salirse los tubos (menor presión atmosférica).
Alcanzada la altura máxima, al dirigirnos al telesilla Filmsattelbahn, pasamos por unas casetas a izquierda y derecha del caminito, cerradas ambas y con signos de desuso, en cada una de las cuales un rótulo indicaba “Stadt Granze” (frontera del estado), bien que en una la bandera era la austríaca y en la otra la suiza.
En el Filmsatttelbahn descendimos unos 490 metros, durante 2.722 metros, hasta llegar, obviamente ya en territorio suizo, a un descenso de 228 metros, durante 1.056 metros de recorrido.
Y por fin se accedía a un amplio y grande telecabina (de dos pisos y capacidad de 180 pasajeros (110 en la planta superior de la góndola), denominado Twinlinner nos condujo 2.300 metros, descendiendo una altura de 722 metros.
Al llegar se anunciaba esperando a los viajeros un autobús –gratuito— a Samnaum, que en unos minutos subió un par de cuestas y llevó a la parte alta de esta población suiza, que se anunciaba como ”Duty Free Shop”.
No otra cosa era la población, porque a lo largo de una calle descendente solamente se veía tiendas de toda clase y algunos hoteles y bares.
Los precios podrían ser algo más bajos (la gasolina se anunciaba 60 céntimos/litro más barata que en la Suiza de las autopistas) y se ofrecía toda una enorme gama de perfumes y bebidas y cosas propias de los “Duty Free”.
Un sentimiento de desencanto nos invadió, y al final excepto una navaja suiza y un caro café bebido en una terracita (4’90 Euros) de poco más nos sirvió la aventura.
Sobre las 13’30 horas emprendimos el regreso, “desandando”, por así decir, el camino de venida, y sobre las 15’30 ya estábamos en la Cafetería de Idalp, Austria, claro, degustando una buena cerveza.
Cuando llegamos a la base del telecabina final, ya en Ischgl, nos desplazamos en el coche aparcado y bien calentito por el sol, hasta Landeck, y en unos supermercados de las cercanías adquirimos carnes y salchichas muy variadas para la barbacoa que pretendíamos preparar por la tarde/noche. Iba a ser como nuestra cena de despedida.
Y así aconteció cuando volvimos a nuestro alojamiento en la (¡ay, qué pena!) última tarde/ noche de estancia.
Nuestro yerno Pau, siempre tan habilidoso y bien dispuesto, preparó la base de la barbacoa, siguiendo los consejos de Bernard, el hijo de la Sra. Kaufmann, y al cabo de un rato nos sentamos en el comedorcito rústico que había en la jardín, para deleitarnos con unas salchichas austríacas, costillares marinados, deliciosa panceta y buenos filetones de cerdo,
regándolos con cervezas tan buenas como siempre.
Se agregó a la reunión la esposa de Bernard, Beata, y terminamos entre todos con las existencias, al tiempo que apareció la patrona, María Kaufmann con unos aguardientes (Schnaps) de fabricación casera, con los que brindamos por nuestra amistad y quedamos comprometidos a seguir manteniendo nuestros contactos, porque habíamos pasado de ser huéspedes a ser amigos, pese a comunicarnos en inglés principalmente.
Ya era tardecito cuando concluimos el encuentro y fuimos a descansar, otra vez al son del alegre discurrir del cercano río.
Esta primera etapa de nuestro Periplo 2016 había resultado inigualable.
¿Qué acontecería a partir de mañana, entrando en Italia?
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

PERIPLO POR EUROPA 2016.- VI.- De Pians y Landeck a Innsbruck, siguiendo el río Inn

No podíamos perder la ocasión de visitar Innsbruck, puesto que una vez más estábamos en el Tirol, y esa ciudad estaba proclamada o considerada como la capital del Tirol de Austria. Especialmente porque Pau, nuestro yerno, no conocía la atrayente población, y porque mi esposa y yo, con nuestra hija Katia, deseábamos rememorar un viaje vacacional que allá por 2.008 habíamos realizado desde España a Ucrania, en el que una de las etapas había finalizado en Innsbruck. 

Así que, siguiendo el río Inn desde Landeck, accedimos a la bastante bien cuidada autopista austríaca (es de peaje, aunque no con estaciones de cobro, porque el coste se paga mediante la “vignette” que ya estaba adherida en nuestro parabrisas), por la que, como la velocidad estaba limitada a 110 kms/h,
pudimos disfrutar de los verdes prados en las vertientes de las montañas, mientras que en el cada vez más amplio llano se presentaban cultivos de regadío, principalmente maíz. 
La distancia hasta Innsbruck, de unos 85 kms. se cubrió en una hora más o menos y la llegada a la ciudad nos impactó en cierta manera, no solamente por un calor bastante notable sino por la proliferación de turistas, que, cual hormigas o enjambre de abejas, todo lo inundaban. 
El contraste entre la vida al aire libre de Pians y Silvretta y en grandes espacios como la que habíamos disfrutado en días precedentes, contrastaba con el casi agobio de tantas personas en todas partes, especialmente en la zona de la María Theresien–strasse, la animada calle que conduce directamente a la auténtica y verdadera Altstadt (ciudad antigua), rodeada por el Marktgraben y Burgrabben, con un trazado de paseo triunfal y marcado por las perspectivas contrapuestas del trampolín olímpico y las cimas del Nordkette, con la inconfundible silueta de la catedral. 
La calle es peatonal y arranca desde el arco de triunfo (Triumphforte), construido en 1765. 
Destaca el Palacio Sarntheim, edificio barroco de 1680, al principio de la calle, y más adelante, la iglesia Servitenkirche, de 1614, con un importante retablo de la Sagrada Familia en su altar mayor. 
En línea recta se accede directamente a la Herzog-Friedrich-Strasse, la calle más característica de la Altstadt, que atraviesa el centro histórico formando una L, que flanquean pórticos decorados con bonitos emblemas. 
Las innúmeras tiendas conducen al turista, si no se detiene demasiado en ellas, hasta el antiguo ayuntamiento (Altes Rathaus), coronado por su torre (Stadtturm), que conduce a la atracción ciudadana más procurada, el llamado “tejadillo de oro” (Goldener Dachl), porque parte de él es una saliente que se dice cubren 2.657 láminas de cobre dorado al fuego, y que reza la historia que fue mandado construir por el emperador Maximiliano I de Habsburgo entre los siglos XV y XVI. 
Todo el casco antiguo es atrayente, aunque la multitud de turistas entorpece la deambulación y hasta hace poco grato detenerse para visionar todos los interesantes edificios. 
Al final, tras visitar el Hofburg, palacio que fue de la rama tirolesa de los Habsburgo, nos adentramos en un restaurante ya conocido de nuestro anterior viaje, y comimos unas carnes y especialidades austríacas, con las siempre apreciadas cervezas de barril (bier von fass), que en los países de cultura alemana
resultan imprescindibles. 
Como el calor era intenso (en contraste con el clima disfrutado en el valle de Silvretta), decidimos emprender el regreso, pero por la carretera normal, con el fallido intento de llegar por el Fernpass hasta Reutte, porque la “sección femenina” objetó a tantas curvas. Y de esta manera retornamos a Landeck, en la que una visita al supermercado nos procuró nuevos panes y carnes – el pescado en Austria casi brilla por su ausencia- y en llegando a nuestro apreciado alojamiento nos relajamos de nuevo junto al río, cenando unos fiambres. 
Otro día tirolés interesante, no solo por la visita a Innsbruck, sino porque nos había permitido
contrastar nuestra ansiada vida en entornos naturales con la vida urbanita, que al fin y al cabo ya la teníamos a diario en Valencia. 
Pero para eso están las vacaciones. Para experimentar nuevas sensaciones y disfrutar con vivencias diferentes de las habituales.
El Tirol seguía apoderándose de nuestras sensaciones. 
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

PERIPLO POR EUROPA 2016.- V.- Recorriendo Silvretta hasta Bielerhöhe, frente al pico Piz Buin

Después de la experiencia del día anterior, en el que el esfuerzo pudo resultar excesivo a los menos jóvenes (especialmente al “escribidor”), decidimos que la siguiente jornada sería por separado, y que los jóvenes acometerían sus proyectos con independencia, lo que así hicieron, marchándose a subir montaña desde Pians, hasta los picachos más cercanos, aunque llegando a alturas superiores a los 2.000 metros. 

Por parte de los más “veteranos” se decidió utilizar los sugerentes servicios de la Silvretta Card, esa tarjeta que brindaba gratuidades a los alojados en la zona, y tomamos en Pians el autobús de la empresa de Paznaun, que salía de Landeck y llegaba por la bonita carretera denominada Hochalpenstrasse hasta
el límite de Bielerhöhe, el lago artificial -–de empresa eléctrica— que enfrentaba a una magnificente cadena de cumbres superiores a los 3.000 metros. 
A la entrada del autobús (confortable) se exhibía al conductor la tarjeta Silvretta y eso era todo. 
El autobús iba deteniéndose en las distintas paradas marcadas en la carretera, y en casi todas ellas iban subiendo gentes con atuendos deportivos (muchos de ellos con bastones para caminar por la montaña), que a su vez iban bajando en diferentes puntos, como los telecabinas o telesillas que había en cada uno de los pueblos del valle, See, Kappl, Ischgl y Galtür, y el autobús después proseguía hasta las cercanías del lago, donde finalizaba el trayecto. 

A la belleza del paisaje se unía la curiosidad de comprobar cómo iba desapareciendo la vegetación según se alcanzaba altura, y a partir del punto de control para acceso a la carretera Hochalpenstrasse, los bosques iban evolucionando hasta vegetación más primaria, que llegaba a desaparecer. 
La vista del lago era preciosa, con su azul plateado reflejando las montañas, y ofreciendo además unos caminos sobre la presa y alrededor del agua, en una ruta circular de unos 7 kms, frecuentada por mucha gente, incluso algunas personas de avanzada edad, que, cada cual a su ritmo, especialmente si se llevaba niños en carrito o cochecito infantil, iba gozando de buen sol y del aire casi puro, 
La base del lago estaba situada por encima de los 2.000 metros, y en ella había un adecuado servicio de cafetería/restaurante, que ofrecía buenos platos típicos y bebidas a precios razonables, con una terraza frente al lago, desde la que era un privilegio visionar el panorama. 
Frente a nosotros, el pico Piz Buin, ya en la inmediata Suiza, destacaba con sus 3.312 metros de altura, como aguja que quisiera enlazar las maravillosas tierras de abajo con el nítido y brillante azul del cielo. 
Imágenes que iban a quedar grabadas en nuestra memoria, como de las más bellas de nuestros múltiples viajes, y que llevaban a la determinación de regresar en algún tiempo venidero a tan bello lugar. 
A una hora razonable de la tarde reemprendimos el regreso en el mismo confortable autobús de la venida, recreándonos de nuevo con las bellas vistas alrededor del río Saanna, y comprobando la utilidad y
bondad del servicio que brindaba la tarjeta Silvretta Card, ya que las gentes iban subiendo y bajando en las diversas paradas y poblaciones, hasta el punto de que el vehículo llegó a estar rebosante, con bastantes viajeros de pie. 
A la llegada a Pians caminamos los 800 y pico metros que separaban el centro de la población de nuestra casa, la de la entrañable María Kaufmann, y después de la ducha reparadora preparamos una cena temprana, y adecuada al ambiente, con salchichas tirolesas y fiambres, regado ello con buena cerveza austríaca; lo que fue digno remate a una jornada, una más, de espléndido goce en el Tirol.
El aire puro y el murmullo algo ruidoso del río junto a nuestro alojamiento marcaron los momentos previos a un descanso que acogimos con agrado, llegando a la cama a temprana hora, para descansar el cuerpo, y especialmente para solazar el espíritu con los recuerdos de tan bonitas imágenes como las que habían inundado nuestras retinas. 
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

lunes, 29 de agosto de 2016

PERIPLO POR EUROPA 2016,. IV En el Tirol autriaco subiendo picos y observando bellezas y maravillas en las alturas de Galtür

Después de los primeros contactos con los Alpes del Tirol austriaco, no solamente alrededor de las bellas y altas montañas en los aledaños de Pians, sino en todos los picos de la zona Silvretta, resultaba ya ineludible (especialmente a nuestro yerno, Pau, que es un contumaz corredor de alturas y amante de la montaña, en lo que ha arrastrado a nuestra hija Katia) acometer las montañas, sus caminos, sus rutas, sus lugares y sus vistas.
Así pues, nos desplazamos hasta Galtür, la última población en la Silvretta austríaca, lindante con Suiza, y en Wirl tomamos el telesilla que conduce a los altos, ya a unos 1.900 y pico metros de altura, siguiendo el camino terrero de montaña, casi siempre
ancho, que después de remontar unos altozanos enfoca el descenso hasta el llamado lago Klops (que realmente es un embalse de aguas alpinas). 
La bajada comenzó a ser fatigosa, porque era de excesiva pendiente, y hasta  anunciaba el reto que, al menos para quien esto escribe, iba a suponer el retorno ( "para las cuestas arriba quiero mi burro, que las cuestas abajo yo me las "subo"). Como así fue. 
Casi a punto de alcanzar el lago detuvimos nuestra marcha para abastecer nuestras energías con un minibocadillo que supo a gloria, y emprendimos el retorno, ya que a las 5 de la tarde era la última bajada programada para el telesilla. 
Y, como era de temer, a la juventud de nuestros descendientes y a la agilidad de mi esposa no se sumó la de quien esto escribe, de manera que el ascenso de la cuesta prolongada hasta la cima sobre
Pico Piz Buin, Suiza,
de más de 3.000 metros
el telesilla se hizo inacabable, porque la disnea iba en aumento, ya que la aparente falta de correcta oxigenación hacía mella en las vías respiratorias y atenazaba los músculos de las extremidades inferiores. 
Resultó un pequeño castigo, que se fue superando poco a poco, hasta alcanzar la cima y bajar al remonte de descenso; y con la advertencia a uno mismo de que ni con bastones auxiliares para caminar resulta viable el senderismo de alta montaña si no se cuenta con un previo entrenamiento. 
Pero se superó la prueba, no sin las chanzas de los jóvenes, y se pensó que el siguiente día sería mejor que las diferentes generaciones se ejercitaran por separado, buscando destinos y expediciones más adecuadas a cada uno. 
Al regreso a nuestra ya entrañable casa de Pians, junto al murmullo de las aguas que discurrían
revoltosos y ruidosas por las cercanías, devoramos una buena ensalada, otra buena ración de pfifferlingen y unas salchichas tirolesas que nos supieron a gloria, 
Ya estábamos tomando el pulso al Tirol, especialmente nuestro yerno, Pau, que todas las mañana salía a correr por las montañas, antes de iniciar cualquier  otra expedición con nuestra hija. 
Era más que obvio que los "mayores" nos habíamos auto-excluido de tamañas peripecias, aunque nos planteabamos algunas otras más a nuestra medida. 
¡Cómo estábamos disfrutando del Tirol!
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

viernes, 26 de agosto de 2016

PERIPLO POR EUROPA 2015.- III Descubriendo Silveretta: See, Kappl y sus alturas, con delicias gastronómicas

"Silvretta es una cadena montañosa de los Alpes del Este . Comparte con Austria los estados federales Tirol y Vorarlberg y se integra en Suiza y en el cantón de los Grisones . En la parte superior de Dreiländerspitze se unen las áreas de Tirol, Vorarlberg y de los Grisones juntos. El Silvretta tiene
muchas cumbres de tres mil metros de altura . Especialmente en el lado norte, en Austria y en Suiza, al norte de Flüelapass Hay una serie de grandes y pequeños glaciares . Por lo tanto, la zona también se llama "Silvretta azul".
(De Wikipedia y otras fuentes)
...
Pasado el paréntesis del domingo, que nos resultó muy útil para descansar, el siguiente día hubimos de recorrer con detenimiento los supermercados austriacos en la zona (similares a los de Alemania), en los que nos proveímos de las bebidas (especialmente cerveza) y productos convenientes para nuestra vida diaria, y especialmente para los picnic o comiditas que deberíamos hacer durante las,excursiones.
Nuestro frigorífico acogió varios patés y charcutería típica de la zona, incluyendo los por nosotros tan apreciados pfifferlinge, que nos iban a propiciar varios deliciosos platos en los siguientes días. 
Como teníamos gran interés en penetrar activamente en la comarca Silvretta, tomamos nuestro coche y seguimos la carretera que bordea el río Sanna hasta llegar a See, la primera población y complejo turístico
En el camino seguimos deleitándonos de las bellezas del valle que crea el río, con las laderas de un verde precioso, de diferentes tonalidad, en las que aparecen como sembradas desde las alturas esas bellas casas tirolesas, de balconadas de madera ornadas de coloristas flores, y esos tejados de color marrón, con vertientes que denotan su utilidad en las nevadas invernales.
En See tratamos de tomar el telecabina que dirige a
las alturas, pero la hora ya era un poco tardía, puesto que a las cuatro de la tarde había que volver, y por ello decidimos seguir hasta la vecina Kappl, en una altura apreciable sobre la carretera, que presentaba una apariencia mucho más turística, porque predominaban los hoteles y residencias del estilo tirolés, en unas callecitas empinadas pero muy cuidadas, por las que (ésa fue nuestra sorpresa, que se incrementaría en días sucesivos) deambulaba una cantidad inusual de familias encabezadas por rabinos judíos, con su inconfundible trenzado a ambos lados de la cara, sus levitas o chaquetas negras, sus sobreros peculiares, con sus mujeres que también vestían bastante de negro, más una prole de críos.
También nos llamó la atención que de quienes paseaban por esta y otras zonas, la mayor parte eran parejas de bastante edad, pese a lo cual sus pantalones cortos y sus bastones de caminar denotaban que practicaban bien el senderismo, o el ahora llamado hiking.
Después de estas primeras impresiones ya obtuvimos folletos e información adecuada para planificar nuevas andanzas en los días sucesivos. 
El regreso a nuestra casa/apartamento, junto al río, marcó nuestra deliciosa cena con unos pfifferlinge a la crema y charcutería variada de la región, siempre bañada con unas cervezas austriacas que nada tenían que envidiar a las alemanas. 
Se había consumido nuestro primer día activo y ya estaba planificado el resto de la semana. 
Desde luego, Silvretta era un entorno precioso.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

jueves, 25 de agosto de 2016

PERIPLO POR EUROPA 2016.- II.- En el corazón de la Silvretta del Tirol austríaco. Pians, Landeck y el domingo de especial celebración personal en Austria

Después de haber disfrutado la noche precedente (la de la llegada a estas tierras tan encantadoras) de una buena cena en el restaurante Brugger de Landeck, con unos deliciosos schnitzel y buena cerveza, el despertar al siguiente día escuchando el fluir de las aguas juguetonas del río Sanna (a escasos quince metros del jardín que rodea nuestro apartamento) y otear desde la terraza los altos picos circundantes, constituyó un placer extraordinario.
Después de un desayuno adaptado a los alimentos que nos habían sobrado del viaje en el día anterior, nos planteamos la agenda del día, que por ser domingo limitaba todo lo referido al abastecimiento de provisiones.
Nuestro yerno, Pau, inveterado practicante de las carreras de resistencia en montaña y del hiking, no tardó en salir a inspeccionar los alrededores, mientras Tamara, mi esposa, y yo mismo, marchamos a la cercana Landeck, que semejaba ser la capitalidad de la comarca, para ver si había alguna tienda " a la española" en la que fuera posible abastecerse.
Los escasos siete kilómetros hasta Landeck nos ofrecieron varias panaderías artesanas (cerradas, claro), tres o cuatro hipermercados --también sin servicio-- y finalmente aparcamos el vehículo en la ciudad, para dar un paseo a orillas del río Inn, que
pasa por ella, y al que se une el río Sanna --el de Pians-- y comprobar que en su calle principal, la de apariencia más comercial, solamente permanecían abiertas varias cafeterías y hasta las pastelerías anunciaban su comienzo de actividades a partir de las 13 horas.
Degustamos una buena cerveza de barril (la deliciosa bier von fass germana) y retomamos el coche, en busca de una estación de servicio en la que reponer carburante. Fuimos afortunados al hallar una de ellas en las afueras de Landeck, cerca de la estación de ferrocarril, y comprobamos que la gasolina en Austria tiene precios hasta un poco más baratos que en España --1'13 € litro-- frente a los 1'49 € de Suiza.
No solamente repostamos carburante, sino que tuvimos la suerte de hallar abierta la tienda anexa a la gasolinera, en la que pudimos comprar cervezas, pan y algún que otro alimento, lo que nos
garantizaba el condumio en nuestro apartamento/casa por el día, hasta que el siguiente lunes os permitiera acometer el aprovisionamiento adecuado.
Una de las labores esenciales de nuestro grupo viajero consistió en obtener información de la nutrida propaganda de la zona Silvretta, con múltiples folletos, mapas, informaciones turísticas y demás, de gran utilidad para el viajero.
Definimos de esta forma nuestro proyecto para el siguiente día, no sin antes pasear por Pians, una villa a horcajadas sobre el río Sanna, y asombrarnos de los preciosos paisajes de bosque y montaña.
Y al atardecer nos dirigimos a Landeck, en uno de cuyos restaurante tiroleses celebramos un evento tan señalado como nuestro aniversario de boda. 
La cena fue exquisita y típica, con pfifferlinge (unas diminutas y deliciosas setitas, denominadas en español cantarelas o rebozuelos); schnitzel de cerdo con salsa, knödel (bolas de carne y patatas) y algunas otras delicatessen, todo ello  regado con la cerveza de barril de inigualable sabor.
Y regresamos a continuar la velada en nuestra casa, bebiendo un vodka, y preparando el proyecto de "ataque" a las montañas tirolesas. 
La práctica inactividad del día resultó oportuna, porque permitía reparar fuerzas para acometer nuevos esfuerzos. 
Ya empezábamos a notar en nuestros pulmones el puro aire tirolés y nuestro olfato acogía mil deliciosos aromas de la montaña.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

miércoles, 24 de agosto de 2016

PERIPLO POR EUROPA 2016. I.- Los preliminares: pernoctar en Roses para dormir en el Tirol austríaco, cruzando Francia y Suiza

Inicio con esta entrada lo que pretendo sea (como es habitual cada verano) una serie de comentarios e informaciones sobre mis experiencias viajeras.
En esta ocasión se ha tratado de un Periplo de dos semanas desde la Valencia en la que residimos hasta el Tirol occidental, en Austria; para seguir por el norte de Italia, regresando a Venecia y Florencia, y concluir en Cinque Terre, de la Liguria italiana.
Espero que lo que se vaya publicando en días sucesivos (lo hago desde mi portatil cuando acabo cada jornada), siga mereciendo la atención de los lectores y resulte útil a quienes, como yo, consideran los viajes y el  turismo como una de las formas mejores de fomentar la cultura y aumentar el conocimiento entre los pueblos.
Soy partidario de que el tiempo de vacaciones se inicie en cuanto la persona ha dejado su trabajo habitual y ya no ha de volver a él por los días en que perdurará la holganza o el descanso del período de descanso. 
Por eso, en cuanto mi esposa y mi yerno (que, con nuestra hija nos ha acompañado en el periplo) terminaron su jornada laboral, con el equipaje ya listo, salimos de nuestros respectivos domicilios, en nuestro vehículo (bien revisado, por cierto) en dirección a la ampurdanesa Roses, bien cercana a la frontera francesa, ya que habíamos prometido a nuestra hija y yerno que allí moran, que al menos pasaríamos la noche en su casa, antes de emprender nuestro Periplo.
Aunque llegamos a la localidad del norte de Cataluña alrededor de las 9 de la noche (y fuimos todo el trayecto por autopista de peaje, porque no había que demorar), cenamos de manera pronta y frugal, ya que el siguiente día debía ser el "asalto" a nuestro primer destino. 
Aconteció así que antes de la medianoche "cada quisqui" estaba ya acostado, porque a las 5 de la madrugada se debía tocar diana. 
Y así fue, porque a esa hora los cuatro viajeros eliminaron las legañas y se sobrepusieron al sueño, y con un rápido aseo salieron hacia la frontera de Francia, en la que ninguna dificultad ni trámite se presentó, por lo que se enfiló la autopista, primeramente denominada "La Catalane" y después "La Languedocienne".
La progresión por la autoruta resultó bastante cómoda, porque por la pronta hora el tráfico era normal, pero a partir de Nimes (ya casi las 9 de la mañana) el cúmulo de vehículos aumentó, tanto que sobrepasado Avignon, en el enlace con la autopista que sube de Marsella a París, el enjambre de coches se hizo tal que se produjo el atasco ("bouchon", que dicen los franceses) y  se impusieron la circulación muy lenta y la paciencia, pues la lluvia no quiso ser ajena al momento. 
Hasta sobrepasar la Valencia francesa (Valence) no se deshizo el "enredo", especialmente porque la autopista en dirección Grenoble y con destino a Ginebra registraba mucha menor afluencia.
Con lluvia intermitente y tráfico fluido pudimos llegar a la frontera suiza, junto a Geneve (Ginebra), en la que sufrimos la necesidad de gastar 40 Euros comprando la vignette que exige la nación helvética para las autopistas, y tras cruzar la
capital bordeando el siempre bello lago Leman, seguimos en dirección Lausanne pero en una nueva congestión, con tráfico muy lento, hasta desviar en dirección norte hacia Fribourg y Bern. 
Lo del tráfico en Suiza parece no tener arreglo,
porque cada vez que la autopista se acerca a una ciudad o la sobrepasa, la escasez de dos carriles y la enorme cantidad de coches, producen atascos y retenciones. 
Los sufrimos cerca de Berna, y cerca de Zurich, hasta liberarnos en dirección a Sankt Gallen, ya bordeando el lago Konstanz o Bodensee, que nos anunciaba la
proximidad de la frontera austriaca, que pasamos sin detenernos, aunque en la primera area de servicio hubimos de comprar la vignette austríaca, más barata porque era para solamente diez días. 
Por la autopista del Aarlberg fuimos adentrandonos hacia nuestro destino, pasando el largo túnel del
Vorarlberg (de peaje, y caro) y llegando a Pians sobre las siete de la tarde. 
Pudimos comprobar que Pians es un pequeño pueblo asentado sobre la montaña y diseminado en las laderas sobre el río Sanna, que fluye ruidoso por el centro. 
localizamos pronto la casa/apartamento de nuestro
destino, en la que nos atendió con simpatía su dueña. la bien dispuesta María Kaufman, que nos enseñó el coqueto apartamento en planta baja, con un amplio jardín exterior y nos facilitó unos abonos llamados "Silvretta Card", mediante los cuales se disfruta en la comarca Silvretta de múltiple ventajas, como transporte gratuito, remontes de montaña (telesillas y teleféricos también gratis) y varias ventajas más. 
Preparamos una frugal cena a base fiambres y charcutería y no tardamos en buscar la cama, porque habíamos acabado de recorrer 1.200 kilómetros casi de un tirón.
Pero ya estábamos en el Tirol. 
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA